Viaje hacia el silencio:
Algunas correcciones genealógicas necesarias
sobre la familia Monge González
A Johnnatan Andrés Monge Sandoval,
acucioso investigador de la familia Monge de Costa Rica
Mauricio Meléndez Obando
En el 2012 se publicó el libro Viaje hacia el silencio, la historia de una familia costarricense con sordera, de Pedro León Azofeifa (Editorial de la Universidad de Costa Rica), que hace una crónica de la investigación sobre una enfermedad hereditaria en una familia cartaginesa y presenta los resultados genéticos detallados del trabajo que realizó el autor, con un grupo de destacados investigadores costarricenses y extranjeros.
El viaje por el proceso de investigación y descubrimientos únicos en el mundo resulta apasionante pese a que algunas partes son muy técnicas, obviamente para quienes no contamos con estudios especializados en genética o campos afines.
No obstante, en el Capítulo I, trata de temas genealógicos, en los que vengo trabajando desde hace casi tres décadas. En este capítulo, aborda la historia de la familia Monge, en la que presenta información relevante para la que no siempre explicita las fuentes de investigación en que se basó.
La única referencia directa a un trabajo genealógico previo es al artículo “La familia Monge de Costa Rica” (1973), del ingeniero Mario Barrantes Ferrero, trabajo pionero pero con algunos errores genealógicos muy serios. También menciona la colaboración en el área genealógica, ad honórem, de Eduardo Fournier García, hoy profesor universitario jubilado, pero tampoco se especifica si toda la información genealógica sin referencias fue producida por este investigador.
La genealogía es una disciplina muy relacionada con la historia pues sus fuentes suelen ser las mismas, aunque para la primera, la importancia fundamental radica en los nombres de las personas, en los parentescos que se detallan, en las fechas de los ciclos de vida de esas personas (nacimiento, matrimonio, defunción) y, ojalá, en sus principales hechos de vida.
Las fuentes primarias se tornan indispensables conforme más antiguas sean las genealogías estudiadas; así pues, para establecer filiaciones para el periodo colonial, el investigador debe basarse exclusivamente en fuentes primarias, es decir, documentación que generalmente se custodia en los archivos históricos. En su defecto, puede echar mano de fuentes secundarias, pero que presenten sólido respaldo documental; caso contrario, es mejor rechazarlas ad portas.
Parentescos errados
En el caso que vengo reseñando, es pertinente hacer algunas aclaraciones sobre varias imprecisiones históricas, identificaciones erradas y sobre algunos de los parentescos propuestos por León Azofeifa, sobre todo porque se presentan como hechos comprobados lo que en realidad, en algunos casos, no pasan de ser hipótesis de filiación y, en otros, serios errores de parentesco.
Efectivamente, el fundador de la familia Monge de Costa Rica es el alférez Felipe Monge Merino (citado así en 1611), más conocido como Felipe Monge, nacido hacia 1572 (según una declaración) o hacia 1576 (según otra), en Jerez de la Frontera, Andalucía, e hijo de Juan Jiménez Merino.
Por el sistema de transmisión hispano de los apellidos en aquella época (siglos XVI y XVII), muy diferente del actual, el apellido Monge podría provenir del lado materno del fundador, del que no contamos con información; incluso ignoramos el nombre de su madre. ¿Acaso Felipe Monge fue el nombre de su abuelo materno? Para conocer un poco más del sistema de transmisión de apellidos vigente para el periodo citado, visite la columna Raíces, en nacion.com (http://wvw.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/raices3.html).
De momento, con la larga experiencia y análisis de casos de familias antiguas, podemos proponer que la madre de Juan Jiménez Merino posiblemente se llamó Ana Merino.
En el libro de León Azofeifa se dice que Felipe realizó su viaje a América en 1604, sin embargo, ya en 1599 Felipe era vecino de Cartago y estaba casado con Francisca López, nacida en esta ciudad hacia 1584, pues ambos son citados como padrinos de bautizo de Úrsula, hija de Juan y Angelina (así citados, sin apellidos, quienes fueron posiblemente indígenas), el 13 de mayo de 1599; aún más, el 20 de febrero de 1612, Felipe declara que tiene 36 años y 16 de haber llegado a Costa Rica; por tanto, el viaje de España a América ocurrió antes de 1596, año aproximado en que arribó a Costa Rica.
Francisca López fue hija de Gaspar Delgado y María del Castillo, y nieta materna de Sebastián López de Quesada. Delgado y López de Quesada fueron de los primeros conquistadores de Costa Rica, ambos entraron con las huestes de Perafán de Rivera. Obsérvese que Francisca usa el apellido de su abuelo materno.
Asimismo, como anota León Azofeifa, Felipe Monge fue uno de los que participaron en los intentos infructuosos de la Corona Española por dominar Talamanca. También tomó parte en otras incursiones militares hispanas contra indígenas del Valle Central que fueron utilizadas por el sistema español para consolidar su control de las tierras, mujeres y hombres americanos.
Felipe Monge y Francisca López fueron progenitores de dos hijos: Ana Merino y Juan Delgado del Castillo. Nuevamente nótese la transmisión de los apellidos en esta familia: el varón usa los apellidos combinados de sus abuelos maternos, mientras que la mujer usa uno de los apellidos de su abuelo paterno. Posiblemente, como dijimos, Ana Merino era el nombre de la abuela paterna de Felipe Monge, madre de Juan Jiménez Merino, pues fue una costumbre muy difundida entre los peninsulares tomar los nombres y apellidos del acervo onomástico familiar, algunas veces por razones de prestigio –como bien señala León Azofeifa– y otras por razones afectivas. (Véase Cuadro genealógico N°1).
León Azofeifa cita a Ana Merino como Ana Martina –como han hecho otros autores–, y suponemos que la fuente que utilizó es el Índice de Protocolos de Cartago, tomo I (1909), o las Genealogías de Cartago hasta 1850, de monseñor Víctor Manuel Sanabria (1957), que a su vez se basa en el índice; este es una fuente secundaria, y una revisión del testamento original de Francisca López (de 1629), custodiado en el Archivo Nacional de Costa Rica, consta claramente que es mencionada en este documento como Ana Merino o Ana Merina (por una antigua costumbre de darle género femenino a los apellidos cuando los portaba una mujer), pero nunca Ana Martina; tal parece que fue un error de transcripción en 1909. En cambio, en otros documentos la hemos encontrado consignada como Ana del Castillo (apellido de su abuela materna) Ana Merina del Castillo (combina apellidos de su abuelo paterno y de su abuela materna) y Ana Merida (sic, posiblemente por error del escribano).
Ana Merino, nacida en Cartago entre 1600 y 1603, contrajo matrimonio aproximadamente en 1617 con Juan López Bautista (también llamado Juan Bautista Rodríguez, hijo del conquistador Gaspar Rodríguez e Inés Rodríguez), con quien procreó a Juan Matías Bautista e Isabel María; Juan Matías es el tronco de la familia Elizondo de Costa Rica (que hasta el siglo XVIII aparece consignado casi siempre como Lizondro). Tras enviudar, Ana casó en 1633 con el sargento Juan Alonso Camacho, con quien tuvo a Nicolás Camacho, Isabel del Castillo y Felipe Monge. Ana falleció en 1662.
Como se habrá notado hasta aquí, el uso de “hacia”, “posiblemente”, “de seguro” y formas similares es abundante; y no se trata de “genealogía probabilística” –como jocosamente la llaman algunos aficionados a la disciplina–; esto se debe a que a veces los documentos existentes no permiten ser categóricos y solo podemos hacer aproximaciones basados en esos documentos y otros indicios encontrados.
El segundo Felipe Monge –alguna vez citado también Felipe Monge Merino– nació en Cartago hacia 1638 y falleció en 1691, poco después de haber testado, pero no casó con Bernarda Gómez, como asegura León Azofeifa (pág. 2), sino con Isabel María Chacón, hacia 1665 (también citada como Isabel María Guevara y las más de las veces solo como Isabel María; así, sin apellido, y posiblemente hija de Francisco Chacón y Juana Galindo).
Es posible, y esto lo dedujimos de la Figura 1 (pág. 2), que la filiación equivocada la tomó León Azofeifa del artículo citado de Barrantes Ferrero; lamentablemente, algunas de las genealogías publicadas por la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas (ACCG) presentan errores que no han sido rectificados, aunque en el medio genealógico costarricense se sabe de algunos de esos errores desde hace décadas.
En realidad, se omitió una generación. En trabajos recientes, tal error ya se había subsanado: 1) Intruso en casa propia: Joaquín García Monge. Su biografía (EUCR, 2007), de Fernando Herrera, 2) “Mis ancestros: 512 cuarteles. Ascendencia hasta el alférez Felipe Monge y Francisca López (Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 45, 2010) y 3) “Joaquín García Monge: Benemérito de sangre española”, 2009 (en http://www.genealogia.or.cr/pdf/revistas/ACCG-revista014.pdf), estos dos últimos de Johnnatan Monge Sandoval. En el caso del trabajo de Herrera, bien se le habíamos señalado la confusión entre los Felipe Monge cuando hacía su investigación hace algunos años.
Felipe Monge, el segundo de su nombre en Costa Rica, e Isabel María Chacón fueron padres –entre otros hijos– de un tercer Felipe Monge, nacido hacia 1668 y, al parecer, muerto en Heredia en 1722; este sí casó con Bernarda Gómez, hacia 1700; fueron progenitores del capitán Francisco Monge, quien contrajo matrimonio en Heredia, el 14 de febrero de 1729, con María Quesada, hija de Agustín de Quesada y Petronila Madrigal.
Por tanto, si Francisco Monge y María Quesada casaron en 1729, es imposible que sean los padres de Manuel Monge (esposo de Bartola de Segura y ya difunto en 1719) y tampoco pueden ser abuelos de Nicolás Monge Segura (nacido el 2 de noviembre de 1713, cuya madrina fue Manuela de Segura), como asegura León Azofeifa (pág. 1). Ciertamente, Francisco Monge y María Quesada bautizaron Manuel a un hijo suyo, pero este casó en San José, el 3 de marzo de 1772, con Juana Josefa Porras Avendaño, por lo que resulta imposible que sea el padre de Nicolás.
Ahora bien, tampoco brinda prueba, León Azofeifa, de que Nicolás Monge, casado con Antonia Manuela González, sea el mismo bautizado en Cartago en 1713 e hijo de Manuel Monge y Bartola de Segura. La homonimia y la coincidencia del ciclo de vida son insuficientes para considerarse probado que es una misma persona en un país donde la homonimia –como ya vimos– es frecuente desde la época colonial; para ello se necesitarían pruebas documentales (la partida matrimonial, que no se halló, hubiera sido la ideal, o un testamento, que tampoco existe) u otros indicios adicionales como coincidencia en el lugar de residencia, actividad desempeñada, categoría sociorracial (para el periodo colonial), tenencia de tierra y padrinazgos. Creíamos ya superado esa forma rudimentaria de elaborar árboles genealógicos. A lo sumo, se podría postular que Nicolás Monge, bautizado en 1713, podría ser el mismo casado con Antonia Manuela González; pero habría casado de 38 años hacia 1751. No obstante, hay otro Nicolás Monge, confirmado en 1739 en Cartago y consignado como “hijo de padres no conocidos”; ¿será más bien este el casado con Antonia Manuel González? Puede ser.
Por otra parte, es posible que Manuel Monge, esposo de Bartola, sea el mismo Manuel hermano entero de Felipe Monge (el tercero), citados ambos en la mortual de Felipe Monge (el segundo), pero imposible que sea el padre de Francisco Monge, esposo de María Quesada. Bartola de Segura fue hija del sargento Baltasar de Segura y María de Aguilar (también llamada María Calderón).
Así pues, Nicolás Monge, genearca que da origen a muchos de los Monge de Cartago, entre ellos los que padecen sordera estudiados por León Azofeifa, no se ha podido vincular documentalmente a la familia troncal Monge –fundada por Felipe Monge–.
Hasta este momento, hemos identificado a varios Nicolás Monge y al menos tres son personas distintas:
→ Nicolás Monge, quien casó hacia 1719 con Micaela de Foto Acosta; ella, ya viuda, murió en 1772.
→ Nicolás Monge, quien fue bautizado en Cartago en 1713; no se sabe si llegó a adulto.
→ Nicolás Monge, quien fue confirmado en Cartago en 1739, consignado como “hijo de padres no conocidos”. Sospecho que este es el que contrae matrimonio en 1751 con Antonia Manuela González.
→ Nicolás Monge, quien casó hacia 1751 con Antonia Manuela González; él murió en 1775.
En realidad, según los documentos consultados, resulta especulativo atribuir una filiación a Nicolás Monge, esposo de Antonia Manuela González, antepasados comunes más remotos de toda la descendencia con sordera. Los padrinazgos de la familia Monge González lanza algunas nuevas vetas de investigación: de las siete partidas de bautizo encontradas, en tres de ellas, la madrina fue Antonia Manuela Monge o Antonia Monge, en una fue María Zamora, en otra fue doña Benita Bonilla, en una María Paula Fernández y en otra Josefa Rosalía Alvarado.
Obviamente, capta la atención Antonia Monge, también citada Antonia Manuela Monge. En una búsqueda que no fue exhaustiva, no se halló ninguna Antonia Manuela, pero sí una María Antonia Monge y una María Manuela Monge, hermanas, hijas de Nicolás Monge y Micaela de Foto Acosta; estos casados hacia 1719 (véase Cuadro genealógico N°2); ¿será una de ellas la misma que aparece como madrina de los hijos de Nicolás Monge y Antonia Manuela González? ¿Será entonces Nicolás Monge –esposo de la González– hermano de ellas o hijo “natural” de una de ellas? ¿Será más bien hijo de una relación adúltera de una de ellas, o del padre de ellas, y por eso hallamos a un Nicolás Monge “hijo de padres no conocidos”, cuyo origen no se podía revelar por la pragmática social?
Lo único que puedo postular como hipótesis de filiación para Nicolás Monge, esposo de Micaela de Foto Acosta, es que fue pariente cercano (¿hermano?) de Jerónima Monge, quien casó en Cartago, el 14 de octubre de 1715, con Lucas Martínez. El indicio que permite hacer tal afirmación está en las confirmas de Cartago de 1739, pues se anotan seguidamente las partidas de Ana Josefa Monge Foto y Juana Josefa Martínez Monge, cuya madrina fue en ambos casos Josefa Elena Foto (hermana de Micaela de Foto). Como era (y es frecuente aún), en las confirmas asisten juntos miembros de una misma familia (hermanos, primos hermanos y otros parientes y vecinos).
Por otra parte, gracias a un expediente matrimonial entre parientes, pudimos conocer la filiación de Antonia Manuela González: fue bautizada en Cartago, el 16 de julio de 1730, hija de Miguel Jerónimo González y Efigenia Rodríguez; su madrina fue Manuela Conejo y la bautizó fray José de Santo Tomás.
En síntesis, es casi indiscutible la relación de Nicolás Monge con Felipe Monge, el fundador de la familia, pero el grado de parentesco exacto se desconoce todavía. La hipótesis más fuerte (basada en los pocos indicios hallados) es que Nicolás Monge (esposo de la González), era de la familia de los Monge Foto; sin embargo, si fue hijo de Nicolás Monge (esposo de la Foto) y otra mujer, o hijo “natural” de una de las Monge Foto, nos llevaría a una serie de hechos posibles, pero que, de momento, no podemos probar.
Además, siendo la transmisión de apellidos bastante libre en esta familia desde su origen, algunos de los Delgado, o de los Camacho o de los Elizondo (estos originalmente consignados como Lizondo o Lizondro), bien pudieron haber adoptado luego el apellido Monge que también les correspondía. No será hasta el primer cuarto el siglo XVIII cuando el sistema actual de transmisión del apellido paterno en primer lugar se torne constante en Costa Rica. Por ejemplo, Felipe Monge, el segundo, tuvo un hermano llamado Nicolás Camacho.
Así pues, genealógicamente, lo único cierto, probado y documentado es que Nicolás Monge y Antonia Manuela González, quienes deben haber casado hacia 1751 (no en 1737 como asegura León Azofeifa, pág. 22, para lo que tampoco brinda prueba), son los progenitores de una abundante familia cartaginesa: 10 hijos, entre los cuales dos heredaron un daño genético, del cual trata el libro de León Azofeifa. Según las fechas que da el investigador, si casaron en 1737 (pag. 22) y su último hijo nació en 1771, habría sido un matrimonio con una vida reproductiva de 34 años… Los bautizos de los hijos del matrimonio Monge González se encuentran en el periodo entre 1752 y 1771 (18 años), más razonable según lo que hemos podido observar en cientos de familias, cuyo periodo reproductivo casi nunca sobrepasa los 25 años. Aunque en Viaje hacia el silencio (págs. 1 y 22) se asegura que fueron 9 hermanos Monge González, nosotros encontramos uno más, Miguel de Jesús, quien murió en su infancia y fue sepultado en Cartago, el 8 de marzo de 1759. (Véase Cuadro genealógico N°3).
Asimismo, el autor asegura que “evidentemente, por el solo hecho de dejar testamento, esta rama de la familia Monge tenía una buena posición económica en Cartago” (pág. 22), lo que es una apreciación fácil, pues por solo el hecho de testar lo único que demuestra es que las personas tenían el dinero para pagar el importe de la transacción legal, pues muchos casos hemos encontrado de testadores que no son propietarios de nada o tienen apenas algunos pocos bienes materiales (Esteban de Zúñiga, 1703; José de Trejo, 1714; Tomás Meléndez, 1718; entre muchísimos otros).
Habría que analizar cada uno de los testamentos de los integrantes de la familia Monge González, para determinar el bienestar material del que gozaban y compararlo con el de sus contemporáneos, pero sospechamos que era similar al promedio de las familias cartaginesas que tenían algunas propiedades cerca de la ciudad.
El bienestar material de los Monge González, cuyos miembros son consignados invariablemente como mestizos, no era de riqueza, pues además a la hora de la división de la herencia, esta no representaba una fortuna considerable separadamente… Por el periodo en que son consignados como mestizos, es posible que tuvieran antepasados indígenas y no que fueran mestizos primarios (padre español o madre indígena).
Nicolás Monge, marido de Antonia González, murió el 21 de mayo de 1775 y fue sepultado en la “Santa Iglesia Parroquial de Cartago” (como reza su partida de defunción) y no recibió los santos sacramentos “por haberlo hallado muerto; no dejó manda alguna de obra pía”, según anotó el cura Maximiliano Antonio de Alvarado y Jirón. Por su parte, Antonia Manuela, fue sepultada en la misma iglesia el 8 de agosto de 1799; no se anotó mayor información y al margen se le consignó como “adulta mestiza”.
Asimismo, me parece que en el capítulo 1 mezcla dos asuntos distintos: una familia afectada por un daño genético (Monge González) y el origen histórico-genealógico de uno de los apellidos de esa familia (Monge), lo que crea –aunque no sea su intención– un vínculo de una enfermedad con un apellido. Además, se atribuye implícitamente un origen hispánico a la mutación de la sordera al vincularlo con el apellido de un español, lo cual considerando el origen mestizo de la familia, al nivel documentado de la genealogía, no tiene sustento pleno. En tanto, este es un hecho que no se ha comprobado ni genealógica ni genéticamente hasta la fecha (León et al. 1992).
Según el mismo autor asegura: “Evidentemente, el conquistador Felipe Monge aportó el apellido, pero no necesariamente la sordera, que pudo haberse introducido a la familia por uno de seis cónyuges” (pág. 3). Es decir, la probabilidad de que el daño genético provenga de Felipe Monge es igual a la probabilidad de que provenga de cualquier otro antepasado remoto de los Monge González, de orígenes mezclados de español e indio… Recordemos que cada persona tiene 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 cuartos abuelos, etc., y Felipe Monge, el fundador, generacionalmente, podría ser uno de los 16 tatarabuelos de los Monge González y, como máximo, uno de sus 32 cuartos abuelos; así que hay muchas otras vías genealógicas para la herencia de la sordera.
Ausencia de registros
Por otra parte, añade León Azofeifa (pág. 3): “La ausencia de registros civiles y testamentos en Costa Rica antes de 1700, impide conocer cuál de los dos progenitores fue el afectado y por dónde entró la sordera a la familia”.
Tal afirmación sobre los registros documentales está equivocada, en parte, pues antes de 1700 se conservan en el Archivo Nacional –entre otras series documentales– los protocolos de Cartago a partir de 1607, entre los cuales hallamos testamentos, codicilos, cartas dotales, fianzas, compraventas, etc., gracias a los cuales se pueden reconstruir infinidad de árboles genealógicos. No obstante, tales series documentales, ciertamente, son incompletas y presentan pérdidas considerables en distintos periodos, y todos los protocolos anteriores a 1607 se perdieron para siempre.
Finalmente, dos aclaraciones más, una referida a una mala transcripción y otra a la grafía del apellido. En el primer caso, en el documento que transcribió Carlos Gagini (1921: págs. 102-103) –dato que compartí hace más de dos décadas con el profesor Eduardo Fournier–, sobre el primer registro de una persona sorda en Costa Rica, referida al escribano Jerónimo Felipe, cuyo nombre transcribe equivocadamente León Azofeifa como “Guillermo Felipe” (pág. 23). Además, el científico afirma que es poco factible un parentesco entre el escribano Jerónimo Felipe y el sargento Felipe Monge –en lo cual coincido–, pero bien podría ser que Antonia Manuela González fuera descendiente de Jerónimo Felipe, pues sobre la ascendencia de Antonia Manuela, por ahora, solo conocemos a sus padres. Por lo que no se puede descartar a priori.
En cuanto a la grafía del apellido Monge en Costa Rica, fluctuó entre Monxe, Monje y Monge en diferentes periodos –como señala León Azofeifa–; por un lado, debemos recordar que la consolidación de la “j” como letra con valor propio en el alfabeto español fue tardía y, por otra, su evolución fonético-ortográfica se consolidó en el XVIII (se cambió oficialmente la grafía “x” por “j”); no es de extrañar que la “j”, erróneamente, se intercambiara por la “g”, letra que si precede las vocales i y e tiene el mismo sonido que la “j”. Sin embargo, la consolidación del apellido escrito con “g” en Costa Rica ocurre a fines del siglo XVIII y no en el XIX como asegura León Azofeifa (págs. 3 y 19).
Finalmente, los nombres, las filiaciones y las fechas referidas a los ciclos de vida, correctamente transcritos, cotejados y críticamente analizados, son la esencia de las buenas genealogías sociales o históricas –aquellas basadas en documentación original– y en su defecto fuentes secundarias serias; por tanto, era necesario y justo realizar las aclaraciones y correcciones citadas líneas antes sobre estos antepasados de los costarricenses.
La actual presidenta de la República (2010-2014), Laura Chinchilla Miranda, los expresidentes Óscar Arias Sánchez, Rafael Ángel Calderón Fournier, Rodrigo Carazo Odio, Luis Alberto Monge Álvarez, Rafael Ángel Calderón Guardia, el exalcalde josefino Johnny Araya Monge, ahora candidato presidencial del PLN, y un sinnúmero de personalidades de la política, las letras, las ciencias y las artes, descienden del sargento Felipe Monge y Francisca López, su esposa, pero también del escribano Jerónimo Felipe y su esposa, María López de Ortega.
Además, Arias Sánchez, Zarela Villanueva Monge –presidenta de la Corte Suprema de Justicia–, su hermano el diputado Luis Gerardo Villanueva Monge, y el doctorcito Rodolfo Hernández Gómez, brevemente candidato presidencial del PUSC en el 2013, son descendientes de Nicolás Monge y Antonia Manuela González. (Véanse Cuadros genealógicos N°4, 5 y 6). Sobre la ascendencia de doña Zarela y don Luis Gerardo, véase Genealogía de Da. Zarela Villanueva Monge.
Aunque muchos de estos políticos han hecho –y hacen– oídos sordos de los deseos y necesidades de su pueblo –cuya mayoría también desciende de las personas citadas–, bien sabemos que su sordera es de otro tipo...
Genealogía de la familia Monge González
A continuación un breve resumen genealógico de la familia Monge González a la que nos hemos referido antes.
FAMILIA MONGE GONZÁLEZ (CARTAGO)
Nicolás Monge († C.21.5.1775 [1]) [¿acaso pariente próximo de los Monge Foto?] casó con Antonia Manuela González (b.C.16.7.1730; † C.8.8.1799 [2]), hija legítima[3] de Miguel Jerónimo González y Efigenia Rodríguez (llamada Efigenia Alvarado).
Hijos[4]:
•Luisa de los Ángeles Monge González [también citada Lucía] (n.13.12.1752; b.C.14.12.1752 [5]) casó en Cartago, 13 de enero de 1773, con Félix Esteban Calvo Chinchilla (testó en Cartago, 22 de abril de 1806; mancomunadamente, el 17 de noviembre de 1814, 3 de marzo de 1828 y 20 de setiembre de 1834), hijo legítimo de José Nicolás Calvo y Nicolasa Chinchilla. [Félix Esteban fue tío carnal del ministro de Estado Joaquín Bernardo Calvo Rosales]. Con sucesión.
•Félix José Monge González [también citado Félix Ramón] (n.21.7.1754; b.C.22.7.1754 [6]; testó mancomunadamente en Cartago, 12 de octubre de 1807; codicilo 7 de diciembre de 1826) casó en Cartago, 2 de junio de 1779, con María de las Nieves Chavarría Trejos, viuda de Pedro José Hernández e hija legítima de Joaquín Chavarría y Baltasara Trejos. Con sucesión.
•José Miguel Monge González (n.27.7.1756; b.C.28.7.1756 [7]; testó mancomunadamente en Cartago, 7 de setiembre de 1836) casó en Cartago, 26 de julio de 1787, con Manuela Guzmán Carranza, viuda de Vicente Soto e hija legítima de Joaquín Guzmán y Ramona Carranza. Con sucesión.
•Miguel de Jesús Monge González († C.8.3.1759, párvulo)
•José Dionisio Gabriel Monge González (n.4.3.1759; b.C.5.3.1759 [8] [mestizo])
•José Rafael Monge González (b.C.20.3.1762 [9] [mestizo]; † C.24.5.1762)
•José Fermín de la Trinidad Monge González (b.C.10.7.1763 [10]; testó en Cartago, 23 de setiembre de 1808) casó en Cartago, 23 de octubre de 1783, con Isabel Vega Salas, hija legítima de Francisco Vega y María Candelaria Salas. Con sucesión.
•José Bernardo Monge González (testó mancomunadamente en Cartago, 15 de noviembre de 1809) casó en Cartago, 9 de octubre de 1793, con María Josefa Martina Gutiérrez, viuda de Manuel Fernández e hija legítima de Juan José Gutiérrez y Francisca Jiménez. Con sucesión.
•Josefa Rafaela de los Dolores Monge González (b.C.21.4.1771 [11])
•José Antonio Monge González (testó en Cartago, 28 de agosto de 1818 y 5 de noviembre de 1838; testó mancomunadamente en la misma ciudad, 25 de noviembre de 1830) casó en Cartago, 13 de noviembre de 1799, con Josefa Micaela Masís Liz, hija legítima de Blas Masís y Josefa Liz. Con sucesión.
En un próximo artículo, me referiré a Cristóbal Monge (contemporáneo de Nicolás Monge, esposo de Micaela de Foto), antepasado mío por varias vías, cuya filiación con la familia de Felipe Monge Merino se pudo desentrañar, así como una hipótesis sobre quién era su padre y quiénes los hijos que tuvo con Petronila Bonilla.
Notas
1 Archivo Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel (ABAT, en adelante). LDC Nº5, f. 021, a. 051. Marido de Antonia González. No recibió los santos sacramentos.
2 ABAT. LDC Nº8, f. 131, a. 112. Consignada como Antonia Manuela González, viuda de Nicolás Monge. AL margen, “adulta mestiza”.
3 ABAT. Fondos Antiguos, Caja N°52, fs. 718-719. Expediente matrimonial de Nicolás González y Ramona Monge. Cartago, 7 de octubre de 1840. Consta que los novios son parientes en cuarto con tercer grado de consanguinidad pues Nicolás González, el pretendiente, es hijo de Isidro González, quien lo fue de María González (sic); y que Ramona Monge fue hija de Bernardo Monge, quien lo fue de otro Bernardo Monge, quien lo fue de Antonia González. Según el expediente, María González y Antonia González habían sido hermanas carnales. Aunque hay un error en la filiación que se da de Isidro, pues consta que en realidad fue hijo de Martín González y no María González. Sabemos por otros documentos que Martín González Rodríguez o González Alvarado fue hijo legítimo de Miguel Jerónimo González y Efigenia Rodríguez (o Alvarado); y Miguel Jerónimo y Efigenia tuvieron una hija bautizada Antonia Manuela, en Cartago, 16 d julio de 1730, quien indudablemente es la misma esposa de Nicolás Monge. El matrimonio de Nicolás y Ramona se efectuó en Cartago, el 18 de noviembre de 1840.
4 En la búsqueda de los bautizos de esta familia se agradece la colaboración de Bernardita Monge, descendiente de esta familia.
5 ABAT. LBC Nº8, f. 107, a. 160. Madrina: Antonia Manuela Monge.
6 ABAT. LBC Nº8, f. 142, a. 109. Madrina: María Zamora.
7 ABAT. LBC Nº8, f. 178, a. 72. Madrina: Antonia Manuela Monge.
8 ABAT. LBC Nº9, f. 46, a. 17. Madrina: Antonia Monge.
9 ABAT. LBC Nº10, f. 11, a. 94. Madrina: María Paula Fernández.
10 ABAT. LBC Nº10, f. 48, a. 149. Madrina: Da. Benita Bonilla.
11 ABAT. LBC Nº11, f. 67, a. 136. Madrina: Josefa Rosalía Alvarado.
Bibliografía consultada
Leon, P.E., Raventos, H., Lynch, E., Morrow, J., & King, M.C. (1992). The gene for an inherited form of deafness maps to chromosome 5q31. Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 89(11), 5181-5184.
Barrantes Ferrero, Mario. (1973). “La familia Monge de Costa Rica”. En Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 18, 19 y 20. Págs. 62-72.
Castro Tosi, Norberto. (s.f.). “Familia Camacho Monje” (en Armorial General de Costa Rica, versión digital, 2001).
Castro Tosi, Norberto. (s.f.). “Familia Monje Merino” (en Armorial General de Costa Rica, versión digital, 2001).
Castro Tosi, Norberto. (s.f.). “Familia Rodríguez Rodríguez” (en Armorial General de Costa Rica, versión digital, 2001).
Gagini, Carlos. (1921). Documentos para la historia de Costa Rica. 1921. Págs. 102-103.
Herrera, Fernando. (2007) Intruso en casa propia. Joaquín García Monge. Su biografía. EUCR.
León Azofeifa, P. (2012). Viaje hacia el silencio, la historia de una familia costarricense con sordera. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Monge Sandoval, Johnnatan. (2010). “Mis ancestros: 512 cuarteles. Ascendencia hasta el alférez Felipe Monge y Francisca López. Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 45.
Monge Sandoval, Johnnatan. (2009). “Joaquín García Monge: Benemérito de sangre española”, Boletín Electrónico de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 92. (Disponible en http://www.genealogia.or.cr/pdf/revistas/ACCG-revista014.pdf).
Sanabria Martínez, Víctor Manuel. (1957). Genealógías de Cartago hasta 1850. Tomo IV.
El polémico origen de los Quirós Polanco
A la memoria de Rosalbina Jiménez Cordero (1902-1987),
descendiente del capitán José de Quirós y Rosa María de Chaves
Mauricio Meléndez Obando
Qué mejor manera de empezar la columna Podando el árbol con un trabajo sobre la familia Quirós Polanco, a la que se ha vinculado –sin la prueba documental ni indicial necesaria– con doña Juana Paula de Quirós, hija del capitán José de Quirós (español) y doña Rosa María de Chaves (criolla nacida en Costa Rica).
Esta filiación, que hasta hace algunos años se reducía al uso de los descendientes se ha extendido indiscriminadamente hasta en Internet (por ejemplo, se reproduce en las genealogías del presidente Juan Bautista Quirós Segura y los generales Pedro y Pablo Quirós Jiménez en Wikipedia, sin decir quién es el creador del árbol genealógico).
El presente trabajo formó parte de mi investigación sobre la ascendencia del presidente don José Joaquín Trejos Fernández (1966-1970), publicado en la revista Orígenes 1, de la Asociación de Genealogía e Historia de Costa Rica.
Aunque preparo un extenso trabajo ampliamente documentado sobre la familia Quirós Polanco –más conocida como Quirós Castro–, pues las publicaciones previas presentan todas serias deficiencias en cuanto a la consulta de fuentes primarias y a la interpretación de estas, he decido dar algunos avances porque don José Joaquín Trejos Fernández es su descendiente y, sin duda, uno de los más destacados.
Aunque la familia fue más frecuentemente citada como Quirós Castro en su tiempo, hemos decidido usar Quirós Polanco, para no confundir al lector con los Quirós Castro de la segunda generación.
Pretendemos dar una visión crítica sobre el origen de esta familia josefina, muy importante militar y políticamente después de la segunda mitad del siglo XIX. Así pues, en otra oportunidad esperamos referirnos más detalladamente a este interesante caso de la genealogía costarricense.
Ya en 1948, Ernesto Quirós Aguilar publicó un trabajo, en el que afirmó que José Manuel Quirós –esposo de Josefa Nicolasa Castro, o Polanco– era el mismo José Manuel Arrieta –hijo legítimo de Antonio Arrieta y doña Paula de Quirós–; ya en esa época, monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez (1957: 92) ponía en duda tal filiación, como lo había hecho antes Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno. De acuerdo con Quirós Aguilar, en la filiación que él daba tenía el respaldo de Eladio Prado Sáenz.
La duda que estableció Sanabria era muy razonable pues no halló documento alguno que sustentara la filiación propuesta por Quirós Aguilar, quien respondió a monseñor Sanabria en marzo de 1958 (Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 5, pág. 65):
“El gran genealogista don Eladio Prado Sáenz, quien compartió con el suscrito sus inquietudes genealógicas, pues el suscrito se ha dedicado a esta árida materia desde 1908 y leyendo documentos en nuestros Archivos Nacionales y de la Iglesia y no encontrando la partida de bautismo de José Manuel Quirós, encontramos que dos de sus hijos, Juan Manuel y José Tomás, ante el Teniente de Gobernador D. José Francisco Bonilla forman una compañía para explotar unos terrenos en La Uruca que ha comprado y para “gosar del otro potrero y sus comodidades en mancomún, sin poder enajenar los otorgantes, sus herederos subsesores, etc. pues este potrero les llegó por su legítima paterna (herencia) y esos precisamente los terrenos que pertenecieron a Da. Juana Paula de Quirós y de Chaves, viuda de segundas nupcias del Alférez Antonio de Arrieta, así es que por estas razones llegamos don Eladio y el suscrito, a afirmar que como todavía era costumbre en el siglo XVIII ponerle a los hijos el apellido que más conviniera y lo hicieron, pues un hermano de Da. Paula, Tomás Quirós, sólo tuvo hijas mujeres y así Da. Paula, ya viuda, perpetuó su apellido, así es que el suscrito, no supone sino que los documentos lo prueban”.
Varios aspectos se destacan en las afirmaciones de Quirós Aguilar, que según él también respaldaba Prado Sáenz: lo primero es que abre comillas para destacar lo que dice el documento de la compañía formada por los hermanos Quirós, pero no la cierra (lo que suponemos debió hacer en subsesores); lo segundo, que cita a las personas según su propio gusto, pues en ningún documento existente se la llama “doña Juana Paula de Quirós y de Chaves”; las más de las veces se le cita como doña Juana Paula de Quirós, doña Paula de Quirós, doña Paula Quirós y Paula Quirós; en el único documento que menciona a su segundo esposo lo hace simplemente como Antonio Arrieta pero no dice que haya sido alférez; y lo tercero, ciertamente todavía en el siglo XVIII existía la costumbre de nombrar a los hijos como más le gustase a los padres (o la persona misma), pero no era una costumbre generalizada, como parece dar a entender su afirmación. En los siglos XV, XVI y XVII, el uso de los apellidos entre los españoles presentaba una gran variación y por eso encontramos para esos siglos en toda América hermanos carnales con apellidos totalmente diferentes; sin embargo, para el siglo XVIII era ya mucho menos frecuente y ya para mediados de ese siglo empezaba a ser un fenómeno excepcional en Costa Rica.
Ahora bien, lo más serio es que estas presuntas tierras hereditarias han sido la única “prueba” en la que Quirós Aguilar y sus seguidores fundamentaron la filiación “establecida” y “comprobada” –según ellos– con doña Paula.
De acuerdo con Quirós Aguilar, el terreno en La Uruca “les llegó por su legítima paterna (herencia) y esos precisamente los terrenos que pertenecieron a Da. Juana Paula de Quirós y de Chaves, viuda de segundas nupcias del Alférez Antonio de Arrieta”.
No obstante, revisamos el documento en cuestión (ANCR, Protocolos Coloniales de San José Nº451, fs. 29-30v), y lo que este dice textualmente –ortografía modernizada– en la parte que podría interesarnos es:
“En la Villa Nueva [San José], a los veinte y nueve
días del mes de julio de mil setecientos no-
venta y cuatro años. Ante mí, don José Francisco
Bonilla, lugarteniente de gobernador, juez político de esta
dicha villa y sus términos, y testigos infra-
escritos por distancia del escribano, pare-
cieron presentes José Tomás y Juan Manuel
Quirós, hermanos y vecinos de esta nominada vil-
la, y dijeron: que ambos compraron un pe-
dazo de tierra a Juan Morales, de esta villa, en el paraje nombrado La
Uruca, términos de esta expresada villa en
cantidad de cuarenta pesos, el cual dicho peda-
zo de tierra lo cercaron y hicieron un potre-
ro, poniendo cada uno de su parte su perso-
nal trabajo y dineros [...] que hacen compañía de
gozar del dicho potrero y sus comodidades
en mancomún sin poder enajenar los otor-
gantes, sus herederos y sucesores la parte
que le corresponda a persona extraña...”
(el destacado es nuestro; véase escritura completa en Anexo Nº1).
Como se puede leer muy claramente, este terreno en La Uruca no era ninguna herencia paterna de los Quirós pues la habían adquirido de Juan Morales –este hijo del capitán Marcelo Morales y doña Tomasa de Quirós y, por tanto, sobrino de doña Paula– (en ninguna parte del documentos se dice que los Quirós eran primos de Juan Morales); y en cuanto a “gozar del otro potrero” se trata de una mala lectura de “gozar del dicho potrero”...
Así pues, a pesar de aquella sana discusión, en la que Quirós Aguilar no aportó ninguna prueba real ni indicio serio, la versión de la filiación cuestionada se propagó como cierta durante décadas… (ya pasamos 60 años con esta historia).
Luego, Yves de la Goublaye (1982: 284-285), sin la más mínima revisión crítica del trabajo de su pariente, repetía las filiaciones y, además, confundía la familia de Juana Paula de Quirós y Antonio Arrieta, con la de Juana Quirós y Miguel Arrieta. Incluso aseguró (1982: 284) que José Manuel Arrieta Quirós fue bautizado en Villa Vieja (hoy Heredia), el 29 de marzo de 1740, pero este no era hijo de Paula y Antonio, sino de Juana y Miguel… Aunque la confusión de estas familias ya no aparece en su segundo trabajo (2000: 191), tampoco aclara que había interpretado equivocadamente los datos; es decir, no hace explícita la rectificación de su craso error.
En cambio, De la Goublaye respalda la filiación que dio su pariente (Quirós Aguilar) en los cuarentas, pero tampoco aporta nada nuevo en ninguna de sus publicaciones ya citadas, ni siquiera en la última (2003), salvo extensos listados de nombres, la mayoría –sobre todo los más recientes– sin ninguna referencia documental y omitiendo personas de destacada carrera política y empresarial dentro del país y fuera de él.
Igualmente, otros autores repiten la filiación en sus trabajos (Fernández Alfaro, 1997, y Revollo Acosta, 1961), pero tampoco aportaron pruebas ni indicios que los respalden.
Asimismo, todos estos autores afirman que Nicolasa Castro, esposa de Manuel Quirós, fue hija de Estanislao de Castro y Porras (así citado por ellos) y María Polo y Bonilla (o Polo y Martínez, también así citada por ellos); aún más, aseguran que María fue hija legítima del “capitán Vicente Andrés Polo y de Chaves” y “doña Ildefonsa de Bonilla y de Grado” (Goublaye 1982: 288) o del mismo capitán y “Josefa Teresa Martínez” (Goublaye 2000: 197); tampoco se explica el cambio de madre de María Polo, rebautizada “María Francisca Polo” a veces; para lo que tampoco aportan prueba alguna. Doña María Polo, hija del Cap. Vicente Polo y Da. Alfonsa de Bonilla, contrajo matrimonio con el Ten. Juan Jiménez y ya había muerto para el 10 de mayo de 1730, cuando su esposo la cita como difunta... De hecho, Fuentes Baudrit (1976) ya había señalado la imposibilidad de tal filiación1. En la partida de matrimonio de Estanislao de Castro y María Polo [sic], en San José, 1739, no consta el nombre de los padres y todavía no se ha hallado ningún documento que lo confirme; ciertamente uno de los testigos de la boda fue Hilario Polo, este sí hijo legítimo de Vicente Polo y Teresa Martínez. Es decir, esta María Polo posiblemente fue parienta suya.
Por otra parte, tampoco dan la prueba documental que demuestre que los miembros de la familia Polo son también citados como Polanco; es decir, no dan ninguna explicación acerca del cambio de un apellido por otro y algún documento que certifique tal alternancia en este caso particular.
Además, el capitán Vicente Andrés Polo otorgó testamento en Heredia, 20 de abril de 1746 y su segunda esposa, doña Teresa Martínez, lo hizo el 13 de marzo de 1749, donde tampoco consta ninguna de las filiaciones señaladas.
Asimismo, aunque Estanislao se casó como Castro, fue más conocido como Estanislao Porras, pero como su condición sociorracial no corresponde plenamente a los Castro Porras españoles, deberíamos suponer que su origen era más bien mestizo... Estanislao Porras llegó a ocupar el cargo de sargento en las milicias del Valle de Barva y luego de enviudar de María Polo (también citada como María Manuela Polo en su mortual2) contrajo segundas nupcias en Heredia, el 4 de octubre de 1759, con Paula Durán, mestiza, hija de Gregorio Durán y Agustina Arrochena. Los hijos de Estanislao y María fueron, según consta en la mortual de la Polo, iniciada el 22 de octubre de 1759: José Felipe, Pedro Nolasco, María Josefa, María Rita, Manuela Josefa3, María Dolores, José Miguel, Manuela Josefa4 y José Manuel5.
Tal parece que la rebuscada filiación con Teresa Martínez se hizo solo con la finalidad de entroncar a los Quirós Castro (o Quirós Polanco) con el conquistador salmantino Juan Vázquez de Coronado, I Adelantado de Costa Rica.
Por otra parte, Fernández Alfaro (1997: 385) asegura que el “capitán José Francisco Quirós y Guerrero casó con doña María de Chaves y López, hija legítima del alférez Tomás de Chaves y Solís Velasco y doña Antonia López y Sibaja”. Ignoramos de dónde tomó tales filiaciones pues el capitán José Francisco de Quirós, más conocido simplemente como el capitán José de Quirós, contrajo nupcias con María de la Rosa Chaves [también llamada Rosa María Chaves], hija del alférez Tomás de Chaves y Juana de Solís, como consta en su carta de dote (17036) y en el segundo testamento del capitán Quirós (17477), entre otros documentos.
En conversación con Fernández Alfaro, me comentó que él rectificará estas filiaciones en próximas publicaciones, ahora sí, basado en documentos, pues se fundamentó originalmente en fuentes secundarias (Quirós Aguilar), en una época cuando el acceso al Archivo de la Curia Metropolitana (hoy ABAT) estaba restringido y al que Quirós Aguilar había tenido el privilegio de ingresar; en esta explicación concordó Revollo Acosta.
Cualquier trabajo genealógico serio no puede fiarse de fuentes secundarias que no sustenten las filiaciones que dan en fuentes documentales claramente expresadas y fácilmente constatables, aunque el autor de esos trabajos goce de mucho prestigio.
Documentos en mano
Ahora bien, si realizamos un análisis exhaustivo de los documentos sobre la familia que analizamos, se desprende que doña Juana Paula de Quirós efectivamente casó con Lorenzo González de Villegas, con quien tuvo al menos dos hijos (Juana de la Cruz y Juan Nicolás) –no tres–, pero el único documento que hace referencia al supuesto matrimonio de doña Juana Paula con Antonio Arrieta es su propio testamento (17628).
Hasta el momento, el único con un nombre similar que encontramos en San José es José Antonio Arrieta, “indio naborío”, hijo de Manuela Arrieta, que casó en la villa de San José, el 27 de enero de 17409, con Victoria Palma, hija de Paula Salas, mulata libre.
Planteemos el problema básico: tenemos a José Manuel Arrieta, citado como vivo por doña Paula Quirós –su madre– en su testamento de 1762, pero de quien no menciona si es casado ni se aporta ninguna referencia adicional más que dejarlo como uno de sus dos herederos... Por otro lado, tenemos a José Manuel Quirós, casado posiblemente hacia 1746 con Josefa Nicolasa Castro (o Polanco), quienes tuvieron varios hijos y son tronco principal de la familia Quirós de Tibás, San José, algunos de cuyos miembros llegaron a detentar gran poder político y económico gracias a sus posiciones en las milicias a mediados del siglo XIX y a algunos matrimonios ventajosos.
Entonces, en la mayoría de los trabajos citados afirman que José Manuel Arrieta Quirós y José Manuel Quirós (casado con Josefa Nicolasa Castro) son uno mismo, pero sin aportar una sola prueba documental que sustente tal afirmación.
Nuestro objetivo en este sentido será intentar confirmar –o descartar– esa filiación mediante la revisión de los documentos originales.
Doña Paula de Quirós
Como se dijo doña Juana Paula de Quirós, fue hija del capitán José de Quirós, natural del Puerto de Santa María, Cádiz, España, y doña María de la Rosa Chaves, natural de Cartago. Doña Juana Paula nació hacia 1710 y fue bautizada con ese nombre en honor a su abuelita materna, Juana Paula de Solís. No obstante, la mayoría de las veces es citada simplemente como doña Paula de Quirós.
El capitán José de Quirós fue hijo legítimo de Gregorio Cano Florín (también citado como Gregorio de Quirós) y María de Gálvez (también citada como María Guerrero), vecinos del Puerto de Santa María, en Cádiz. Por su parte, María de la Rosa Chaves, también conocida como Rosa María de Chaves, era natural de Cartago, hija legítima del alférez Tomás de Chaves y Juana Paula Solís. El matrimonio Quirós Chaves tuvo a doña Antonia Josefa de Quirós, don Tomás de Quirós, doña Tomasa de Quirós, doña Juana Paula y María de la Trinidad (muerta infanta). (Véase Cuadro genealógico N°1).
En la mayoría de los documentos en que se hace referencia a ella, se le consigna como española y con el tratamiento distintivo de doña.
En noviembre de 173010, se concertó su matrimonio con don Lorenzo Manuel González de Villegas (en otras ocasiones citado simplemente como Lorenzo de Villegas), natural del lugar de San Vicente, en el Arzobispado de Burgos, España, quien era hijo legítimo de don Domingo González de Villegas y doña Catalina Fernández de Otero, vecinos de ese lugar.
El 6 de noviembre, González de Villegas se presenta ante el licenciado don Manuel José González Coronel11, cura interino de medio beneficio de Cartago, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, examinador sinodal y vicario juez eclesiástico de esa ciudad, pidiendo su autorización pues –dice– “estoy tratado de casar según orden de Nuestra Santa Madre Iglesia con doña Paula de Quirós, hija legítima del capitán José de Quirós y Rosa María de Chaves”.
El prometido debe presentar tres testigos que puedan confirmar que es soltero y no tiene ningún impedimento para casar. Ante don José de Mier Cevallos12, notario público, declaran el mismo día Dionisio Mateo de Aillón y Mendoza13, vecino de Jerez de la Frontera; Francisco Antonio Grandellana14, vecino de San Lúcar de Barrameda, y Marcelo de Morales y Monteverde15, natural de las Islas Canarias (quien ya era cuñado de la prometida, aunque esta circunstancia no se menciona). Pese a que las declaraciones de los tres son similares, veamos qué dicen sobre Villegas.
Mateo de Aillón, de 34 años, afirma:
“...que habrá tiempo de seis años, poco más o menos, que tiene conocimiento desde la ciudad de Panamá, del Reino de Tierra Firme, con el dicho Lorenzo Manuel González de Villegas, con quien ha tenido y tiene este dicha amistad, por lo que sabe es soltero y libre para poder contraer el matrimonio que pretende, sin haber oído, sabido ni entendido cosa en contrario a esto, así en dicha ciudad de Panamá, donde comunicó a otros muchos paisanos del dicho Lorenzo González de Villegas, como ni tampoco en las demás provincias de este reino, por donde ha andado y tratado el dicho pretendiente como hombre de comercio”16.
Francisco Antonio de Grandellana, mayor de 50 años, declara:
“... que conoce al dicho Lorenzo González de Villegas desde la ciudad de Cádiz, de dichos Reinos de España, y que de ella se embarcaron y vinieron juntos en el navío de la conserva del cargo [de] don José López Pintado y que ni en dicha ciudad de Cádiz, ni en el referido navío en la dicha ciudad de Panamá, ni en otras de este Reino por donde han andado juntos, ha sabido, oído ni entendido que el dicho José González Villegas [sic] sea casado, ni que tenga impedimento alguno para poder contraer el matrimonio que ahora pretende y que el que declara lo ha tenido y tiene (...) por hombre soltero”17.
Por su parte, Marcelo de Morales y Monteverde, de 32 años, asegura:
“... que conoce al dicho Lorenzo González de Villegas, de vista, trato y comunicación, habrá tiempo de cuatro años, poco más o menos, desde la ciudad de Panamá, Reino de Tierra Firme, y después en esta dicha provincia [Costa Rica] y que no ha oído a persona alguna que sea casado ni que tenga impedimento alguno para poder contraer el matrimonio que ahora pretende y añade este declarante que de haber algún impedimento lo supiera por haber vivido juntos en una misma casa como por ser aquella ciudad de Panamá garganta de ambos Reinos de [Nueva] España y del Perú, y por esta razón concurrir gentes de todas partes”18.
Al día siguiente, el licenciado González Coronel aprueba esta información y manda a llamar a González de Villegas, a quien le recibe juramento de que no tenía dada palabra de casamiento a ninguna otra mujer ni otro impedimento alguno para casar.
Ese mismo día, se comisiona al licenciado don José de Chaves19, presbítero domiciliario de este obispado, para que pase a la casa de la morada del capitán José de Quirós y Rosa María de Chaves (por cierto el cura Chaves era hermano de Rosa María), y le tome consentimiento a la futura esposa.
El 9 de noviembre, en el Valle de Curridabat, el cura Chaves, en presencia de dos testigos (el capitán Isidro de Castro20, cuñado de doña Paula, y el alférez José de Chaves21), interroga a la prometida, quien declara tener 20 años de edad.
El cura Chaves –su tío– le hace varias preguntas, a las que ella responde: “que se casa de su espontánea voluntad”, que sus padres no la han forzado, que no le ha prometido casar a ningún otro hombre, que no ha hecho ningún voto de castidad y que no tiene ningún otro impedimento para contraer matrimonio con don Lorenzo.
“Hallando uniformes las voluntades”, el señor vicario dio licencia al cura Chaves para que casara y velara a su sobrina. El matrimonio se efectuó entre el 9 de noviembre, cuando ella declara, y el 7 de diciembre, cuando se otorga la dote y se dice que ya están casados. Tal parece que la partida matrimonial no se anotó ni en Heredia ni en Cartago, quizá se omitió por error; ahora bien, si se realizó en el pueblo de Barva o en el de Curridabat, las series sacramentales de ese periodo se extraviaron hace muchísimos años para ambos pueblos, originalmente de indios.
Villegas obtuvo una dote considerable de sus suegros y firmó recibo de ella –como dijimos– el 7 de diciembre de 1730, cuando ya estaba casado (dice: “me puse en estado de matrimonio con doña Paula de Quirós”). Este trámite se realizó ante el sargento mayor don Pedro José Sáenz, teniente general de los valles y de la ciudad de Cartago; el novio nombró por su apreciador al capitán Vicente Andrés Polo, y los progenitores de la novia nombraron al capitán Nicolás de Astúa. Por cierto, ambos eran parientes de Rosa María Chaves.
Los bienes de doña Paula que recibió su esposo fueron:
• Una casa de 12 varas, cubierta de teja, con buenos horcones (350 pesos cacao, como fueron valorados todos los bienes)
• Ocho mulas de lazo y reata (200 pesos)
• Cuatro caballos mansos, 10 pesos cada uno (40 pesos)
• Dos yuntas de bueyes (24 pesos)
• Un caballo de paso, con sillón y freno (45 pesos)
• Una caballería de tierra (50 pesos)
• Una reja (15 pesos)
• Una caja con cerradura y llave (25 pesos)
• Unos zarcillos de oro y perlas (25 pesos)
• Dos camisas blancas (40 pesos)
• Dos naguas blancas de algodón (12 pesos)
• Una saya de cristal y unas polleras de tafetán (55 pesos)
• Una mantellina nueva, con su tafetán (25 pesos)
• Un par de medias de seda (3 pesos)
• Una cajeta de polvos (4 pesos)
• Un sombrero de castor (30 pesos)
• Dos pipanfués (6 pesos)
• Una colcha de hilo azul y una almohada (26 pesos)
• Una casaca de paño fino, bordada de hilo de oro y con botones de oro (80 pesos)
• Unos brazaletes de cordelnas y granetes finos (4 pesos)
• Una piedra grande de moler cacao (6 pesos)
• Una tabla de manteles con seis servilletas y dos pares de chocolateros (26 pesos)
• Una saya de Calamaco (15 pesos)
• Un sitio compuesto con Su Majestad en el Río Grande (100 pesos)
• Un dedal de plata (2 pesos)
(Vease Glosario de términos históricos)
El valor de estos bienes ascendió a 1.228 pesos, a los que se sumaron 500 pesos de cacao en arras propter nupcias que prometía dar Villegas, quien aclara: “que aunque no caben en la décima parte de mis bienes, se los mando para cuando Dios me los dé”. En teoría, las arras equivalían al 10% del valor de los bienes del marido; sin embargo, en la mayoría de las cartas dotales en Costa Rica –aunque no se especifica casi nunca como en este caso– es más bien una promesa de buenas intenciones que una realidad...
Entonces, en teoría, el valor de la dote de doña Juana Paula llegó a los 1.728 pesos de cacao, a los que, por olvido, se añadieron al final 15 pesos de un pipanfué de Bretaña, guarnecido de encajes.
Este matrimonio duró escasos cuatro años, pues don Lorenzo falleció cerca del 8 de junio de 1734, según declara el capitán don José Fernando de Moya22, teniente general en los valles23.
A la muerte de Lorenzo, se nombra por curador de los menores al capitán Marcelo Morales (tío político de los niños) y por defensor del alma del difunto al capitán José Isidro de Castro (concuño del difunto). En su entierro, que fue llano (sencillo), y en la mortaja, se gastaron 14 pesos.
El 30 de junio de 1734, el capitán don José Fernando de Moya se traslada a la casa de vivienda del difunto para realizar el avalúo de los bienes, el cual se inicia el primero de julio. Este es efectuado por los capitanes Miguel Jiménez y Francisco de Morales.
Los bienes eran:
• La casa de vivienda, cubierta de teja, sobre horcones y madera de cedro labrada, con su cocina sobre horcones y madera redonda, cubierta de teja (400 pesos cacao)
• Los cercados de la casa en una caballería de tierra compuesta con Su Majestad (100 pesos)
• Un sitio de tierra compuesta en la otra banda de Río Grande (100 pesos)
• Una caja de cedro con cerradura y llave (25 pesos)
• Dos pares de petacas –un par con cadenas 4 pesos, el otro 2 pesos y medio– (6 pesos y 4 reales)
• Una capa –6 pesos– y una casaca –12 pesos– (18 pesos)
• Unos calzones de terciopelo colorado (12 pesos)
• Tres pares de calzones (4 pesos)
• Tres chupas de tela (3 pesos)
• Tres camisas blancas –4 pesos–, tres pares de calzones blancos –3 pesos– (7 pesos)
• Dos pares de medias de seda (4 pesos)
• Tres pares de medias y calcetas de algodón (5 pesos)
• Un ceñidor y el paño de manos (4 pesos)
• El navajero, un viracú con hebilla de plata y dos espadines –uno de fierro y otro de bronce– (11 pesos y medio)
• Una mesa y dos sillas de sentar (11 pesos)
• Una macana, una pala de fierro, una reja de arar, dos machetes y una hacha (17 pesos)
• Las sillas de montar con sus dos caparazones, con espuelas, botas y cojines (26 pesos)
• El altar, con sus efigies y el petate (8 pesos)
• Un pipan y dos enaguas blancas (8 pesos)
• Una saya colorada y el tapapiés de raso (12 pesos)
• Dos sayas de cristal (16 pesos)
• Una pulsera de coral y zarcillos de perlas y oro (22 pesos)
• Una mantellina de bayeta de Castilla (6 pesos)
• Unos pares de media de seda y dos de calcetas (4 pesos)
• Un baulito de carey (3 pesos)
• Un sillón de venado con su freno –2 pesos– (12 pesos)
• Dos zurrones de algodón que pesan cuatro arrobas (10 pesos)
• Dos varas de paño (10 pesos)
• Dos piedras de moler (3 pesos)
• Una olla de fierro y un jarro de cobre (13 pesos)
• Los manteles y los dos pares de pañitos (5 pesos)
• Tres petacas –6 pesos cada una– (18 pesos)
• 2.000 tejas de marca mayor (30 pesos)
• 29 mulas –5 “de entrar a serrar”, 4 de año, 3 viejas, a 6 pesos cada una y 17 a 20 pesos cada una– (428 pesos)
• Varios caballos, una potranca y un potro (77 pesos)
• Una escopeta y una espada (14 pesos)
• Dos yuntas con tres bueyes (18 pesos)
• 17 reses entrando en número el fierro –tres pesos cada cabeza– (41 pesos)
• Un relicario y dos cucharas de plata (9 pesos)
• Una romanita de faltriquera y un puiro de cruz con su mazo (10 pesos)
• 11 aparejos con sus aderezos (8 pesos y 2 reales)
• Una puerta (6 pesos)
• Unas hebillas de plata para zapatos (1 pesos y 4 reales)
• 12 pesos de un zurrón de algodón (12 pesos)
El valor de los bienes ascendió a 1.639 pesos. En poco más de tres años y medio de matrimonio, el valor de los bienes dotales (1.228, sin contar arras) fue superado en 411 pesos (33,45%); de esta manera, la viuda pudo recuperar el valor de su dote e incluso se le dieron 39 pesos más (“de la décima parte por la dotación de arras que hizo su marido”, sic).
Además, se pagaron el entierro y la mortaja, las costas procesales y personales (56 pesos) y de lo que quedó (286 pesos y 5 reales), cada uno de los hijos recibió 143 pesos y 2 reales y medio.
De acuerdo con el testamento de doña Paula, ella casó en segundas nupcias con Antonio Arrieta, cuya filiación desconocemos del todo. Citado por Quirós Aguilar (1948: 8) como “Alférez Don Antonio de Arrieta”; sin embargo, claramente en el testamento, único documento donde se menciona, se le llama simplemente Antonio Arrieta, quien, además, especifica ella, no llevó bienes al matrimonio. Sabemos que al momento de realizarse la mortual de Villegas (que terminó el 3 de julio de 1734) no había contraído matrimonio con Arrieta pues, de haberlo hecho, no habría podido administrar la herencia de sus hijos, pues en esos casos la ley impedía que los bienes de menores fueran administrados por sus padrastros, como una forma de protegerlos de posibles abusos.
La vida y orígenes de Antonio Arrieta son un misterio, pues el único documento donde consta su existencia –insistimos– es el testamento de doña Paula. Hasta el momento, no hemos hallado ninguna referencia suya ni sobre sus orígenes sociorraciales.
Doña Paula, siendo viuda, tuvo a María Gertrudis, quien fue bautizada en la Villa Nueva (San José), el 8 de abril de 175124; los padrinos de la criatura fueron dos personas sumamente populares como padrinos en la naciente villa: el ayudante mayor Juan Cristóbal Álvarez (nacido en La Serena, Reino de Chile) y doña Bibiana Meléndez (natural de Cartago). María Gertrudis fue bautizada por el bachiller Juan de Pomar y Burgos.
El 16 de mayo de 176225, ante don Romualdo José Muñoz de la Trinidad, teniente de gobernador de la villa de San José, testa doña Paula de Quirós, quien declara estar enferma en cama y pide ser sepultada en el Convento de San Antonio de Curridabat. Hacía 12 días había fallecido su madre, doña Rosa de Chaves, acontecimiento que quizá influyó en la enfermedad que padecía.
Afirma que casó primera vez con el “capitán don Lorenzo de Villegas” y fue dotada con 1.200 pesos por sus padres (básicamente de acuerdo con la carta dotal que ya vimos líneas arriba). Tras la muerte de su primer marido, a su hija Juana de la Cruz Villegas (no cita a su hijo Juan Nicolás por lo que suponemos que falleció sin sucesión) le correspondieron siete mulas, “las que no me acuerdo a qué precio se avaluaron” –comenta–. A esta la casó con el teniente Antonio Solano y le entregó “para las cargas” [del matrimonio]: una fundas de tafetán carmesí con su guarnición, un collar de plata sobredorada, una naguas cherlas, dos camisas de Bretaña, una mantellina blanca guarnecida con galón de oro fino, unos brazaletes de granates finos, otra camisa, un fustán de tela y una yegua jacona. Por cierto, muy poco si lo comparamos con lo que recibió ella de sus padres cuando casó con Villegas...
En este documento afirma que fue “casada segunda vez con Antonio Harrita [sic]”, con quien tuvo por hijo a “Jpsh Manl Harrieta [sic]” –obviamente los errores ortográficos son del amanuense–. Añade que cuando casó con Arrieta, “no trajo cosa alguna el dicho”.
A continuación los bienes que incluye en su testamento:
• Una casa cubierta de teja, en la villa de San José, sobre horcones de guachipelín y maderas labradas.
• Otra casa en el paraje nombrado La Caja, cubierta de teja, sobre maderas redondas, con un altar, con una imagen de Cristo Crucificado. (El paraje de La Caja luego pasó a llamarse La Uruca, según se deduce de una cita del 2 de setiembre de 1769, cuando se dice que doña Paula tenía casa en el paraje nombrado La Uruca, distante como media legua de San José)
• Dos sillas de sentar y una mesa grande
• Una cuja torneada
• Dos canoas
• Una casa de trapiche de 12 varas, con un trapiche con todo sus adherentes
• Una paila de cobre
• Una yunta de bueyes
• Un caballo ordinario
• Alguna ropa
• Una caballería de tierra, compuesta y medida con Su Majestad, cuyo título real para en poder del licenciado José de Chaves, su tío
• En esa caballería tenía un cerco de madera de nacer (poró) y dentro de este 50 surcos de caña dulce
• 100 pesos de cacao
• Siete mulas (cuatro de lazo y reata y las otras tres de dos años)
• Una esclava mulata de 15 años (pero no consigna su nombre)
• Dos piedras de moler
Como se puede observar, básicamente los bienes de doña Paula son los mismos que se citan en la carta de dote y en la mortual de Villegas, salvo la caballería de tierra en el Río Grande (que ya no poseía en 1762).
Asimismo, añade que tiene mandado a Nuestra Señora de la Soledad de la villa de Cubujuquí (Heredia), 6 pesos de plata para una corona de plata, y 2 pesos de plata para Nuestra Señora de la Soledad del pueblo de Barva.
Pide que el perol citado, más cuatro zurrones de cacao de los bienes de su difunta madre, se entregarán a don José Nicolás Salmón Pacheco, teniente de cura de esta ayuda de parroquia de San José, “para que con dichos bienes ejecute su merced lo que le tengo comunicado en el descargo de mi conciencia”.
Nombra por su albacea al teniente Antonio Solano, su yerno, y por herederos, a sus dos hijos legítimos. Ella no firmaba y lo hizo por ella Isidro Castro (su antiguo cuñado). Entre los testigos que firmaron estaban Bernardo Valverde y Joaquín de la Vega.
Llama poderosamente la atención que en este testamento no mencione a María Gertrudis, su hija natural nacida en 1751 y quien parece estaba viva en 177726; en el padrón de San José de este año, cuando doña Paula es consignada como española, viuda y con una hija española soltera (suponemos que se trata de María Gertrudis, pues Juana de la Cruz Villegas había casado muchos años antes; si era María Gertrudis, efectivamente habría tenido 26 años; la otra posibilidad es que haya tenido otra hija nacida después de mayo de 1762, aunque parece menos probable).
Finalmente, la testadora se recuperó y para el 5 de diciembre del mismo año, ante el mismo Muñoz de la Trinidad, se obliga a favor de sus sobrinos Manuel Antonio, Francisco y Ramona Morales, por lo que les correspondía en la mortual de Rosa de Chaves, abuela de estos.
Entre las defunciones de San José, el 10 de mayo de 176327 se incluye la de “un párvulo de la Paula Quirós” [sic], pero no podemos asegurar que se trate de la misma persona ni que específicamente se refiera a un hijo, aunque eso parece. Asimismo, hallamos otra partida de defunción “de un párvulo de Paula Quirós”, el 29 de setiembre de 177628.
El 2 de setiembre de 1769, Francisco y Ramona Morales Quirós inician una demanda contra su tía Paula porque esta se niega a entregarles lo que les correspondía de la herencia de su abuela. Sin embargo, no fue hasta el 5 de julio de 1773, cuando Juan (quien no fue citado en la obligación original de 176229) y Francisco Morales la reciben de su tía; asimismo, ellos dos se obligan por lo que corresponde a Manuel Antonio (ausente en Panamá), que también recibieron de su tía Paula.
Tal parece que Paula sobrepasó los 85 años y fue sepultada el 26 de enero de 179630. Aunque la partida es muy escueta –solo dice que se trata de “Paula Quiroza [sic], adulta”, quien recibió los santos sacramentos–, podría tratarse de la doña Paula de nuestra investigación; no obstante, la duda persiste.
Ahora bien, concretamente, sabemos que doña Paula vivía aún en diciembre de 178131, pues vende a José Miguel Chavarría una caballería de tierra en el paraje nombrado La Caja, que había heredado de su padre, José Quirós; la propiedad lindaba al norte con el río Virilla, donde tiene otra caballería su sobrina Juana Manuela Quirós y divide una de otra el camino que baja a El Rincón; al sur, con el río Torres; por el este, con otra caballería que pertenece ahora a Las Ánimas Benditas de la iglesia de San José y las divide su respectivo mojón, y al oeste hasta el potrerillo que llaman del Capitán Juan de Chaves.
Hasta aquí los principales datos que hemos documentado de doña Paula de Quirós y sus dos hijos legítimos: Juana de la Cruz Villegas (nacida hacia 1733) y José Manuel Arrieta (nacido hacia 1736).
José Manuel Quirós y Josefa Nicolasa Polanco
Por su parte, José Manuel Quirós y Josefa Nicolasa Polanco (o Castro) deben haber casado hacia 1746, esto si suponemos que su hija María Antonia, quien parece ser la primogénita, casó a los 18 años en 1764.
De ser así, si José Manuel casó a los 18 años, en 1746, habría nacido hacia 1728, y si Josefa Nicolasa casó a los 15, habría nacido hacia 1731.
Las fechas no podrían variar drásticamente hacia adelante (lo contrario hacia atrás), aun si suponemos que María Antonia –la primogétina– casó a los 15 años en 1764 (habría nacido entonces en 1749) y si suponemos que José Manuel casó hacia ese año a los 18 años, habría nacido hacia 1731.
Por tanto, habría que reacomodar el orden al presentar los hijos de José Manuel y Josefa Nicolasa. La mayoría da por rama primogénita la de Juan Manuel Quirós Polanco, casado en 1782 con Josefa Teresa Castro Cascante; por segunda, la de José Tomás Quirós Polanco, casado en 1787 con Antonia Gertrudis Castro Cascante, y por tercera la de Basilio Víctor Quirós Polanco, casado en 1779 con Antonia Bonilla. Esto se hizo, tal parece, siguiendo un criterio de relevancia sociopolítica.
Incluso De la Goublaye (2004) cita como hijo primogétino a Juan Mata Quirós Polanco, quien casó en 1792, con doña Antonia Desideria Araya Campos.
Sin embargo, lo han hecho sin contar con mayores pruebas (por ejemplo una declaración directa de la edad) o con un criterio antojadizo (ni siquiera explicitado en los trabajos). Creo que el orden de los hijos que conocemos del matrimonio Quirós Polanco podría ser el siguiente (véase Cuadro genealógico N°2):
1. María Antonia Quirós Polanco (nació hacia 1746, si suponemos que casó de 18 años en 1764).
2. Juana Petronila Quirós Polanco (aún no se ha podido comprobar plenamente que sea hija de este matrimonio, pero es muy posible que lo haya sido32; nació hacia 1750, si suponemos que casó de 18 años en 1768).
3. Basilio Víctor Quirós Polanco (nació hacia 1754, si suponemos que casó de 25 años, en 1779).
4. Juan Manuel Quirós Polanco (nació hacia 1757, si suponemos que casó de 25 en 1782).
5. José Tomás Quirós Polanco (nació en 1758, consta su partida bautismal; se habría casado de 29 años en 1787).
6. Antonia Josefa Quirós Polanco (nació en 1762, consta partida bautismal; es muy posible que haya muerto en su infancia).
7. Juan de la Mata Quirós Polanco (nació en 1765, suponiendo que es el mismo bautizado en ese año como Juan José; habría casado de 27 años en 1792).
Vease Cuadro genealógico N°2
La participación de José Manuel Quirós y Josefa Nicolasa Castro en actos públicos presenta también un serio problema pues fue mínima. Por ejemplo, entre los más antiguos, los encontramos como padrinos de boda de Rafael de Aguilar y María Lorenza Chacón, en San José, el 9 de setiembre de 175633; de Juan Córdoba y Laureana Barahona, también en San José, el 30 de marzo de 176134, y de José Manuel Morales y Victoria Valerio, afromestizos, en Heredia, 16 de enero de 176435. También fueron padrinos de María de los Ángeles, hija de Juan Fonseca36 y Juana Picado, afromestiza, en Heredia, el 26 de abril de 176437.
De todos estos padrinazgos surge una posible línea de investigación referida a la familia Chacón, pues en todos los casos se involucra alguna persona con este apellido. De hecho, María Lorenza Chacón, hija de Antonio Chacón y Juana María Salazar, fue también conocida como María Lorenza Polanco, lo que sugiere claramente un parentesco con Josefa Nicolasa. Por otra parte, los Valerio tenían Chacón entre sus antepasados y descendían del alférez Luis Chacón y Lucía de Zúñiga, su esposa, afromestizos nacidos hacia 1635-1640. En ese sentido, ¿tendría Josefa Nicolasa algún origen afromestizo? Quizá. Además, ¿tendría José Manuel Quirós también algún origen afromestizo? Tal vez. Esto podría explicar por qué algunos descendientes de los Quirós Polanco fueron consignados como mulatos:
•El 24 de setiembre de 178838, contrae matrimonio María del Rosario Méndez Quirós –hija de Feliciano Méndez y Antonia Quirós Polanco– con Juan Antonio Tenorio, ambos citados como mulatos.
•El 6 de junio de 181039, fue bautizado José Ascensión Quirós Jiménez, hijo de Calixto Quirós Castro y Ramona Jiménez; sobre el nombre del padre escribieron “mulato” y sobre el apellido de la madre “española”. Nieto de Juan Manuel Quirós Polanco.
•El 22 de abril de 181840, fue bautizado Sotero Ulate Quirós, consignado como mulato, hijo de Ana Cleto Ulate y María Quirós Bonilla. Nieto de Víctor Basilio Quirós Polanco.
•El 7 de octubre de 182041, fue bautizada Josefa Saturnina Quirós Rojas, consignada como mulata, hija de Julián Quirós Castro y María de los Ángeles Rojas Zumbado. Nieta de Juan Manuel Quirós Polanco.
Resulta muy llamativo que en ninguno de los trabajos publicados sobre los Quirós, ninguno de sus autores se haya referido a este asunto que, a nuestro juicio, plantea más interrogantes sobre el origen de los Quirós Polanco, cuyos hijos, nietos y bisnietos, además, son citados indistintamente como mestizos y españoles la mayoría de las veces.
Además, uno de los problemas que enfrenta el investigador con muchas familias del Valle Central es la pérdida documental que data a veces de cientos de años. Por eso, no resulta extraño que no se halle la partida matrimonial de José Manuel Quirós y Josefa Nicolasa Castro, ni las partidas bautismales de más de la mitad de sus hijos.
Asimismo, pese a que existía legislación que obligaba a los sacerdotes a anotar la categoría sociorracial de las personas en las partidas sacramentales, muchos de ellos fueron laxos y omisos en este punto (entre otros, como consignar a los abuelos en las partidas bautismales, “obligación” vigente desde el Concilio de Trento)... Da la casualidad de que en las partidas bautismales que se conservaron de los hijos de José Manuel y Josefa Nicolasa no se consignó nunca su categoría sociorracial...
Este tipo de información –despreciada por la mayoría de los genealogistas modernos por razones “seudodemocráticas o igualitarias”– resulta relevante para analizar las familias de una sociedad colonial dividida en castas, que marcaba actitudes, comportamientos y derechos. Se debe dejar de valorar a las familias de otras épocas según la visión de mundo de quien las investiga; ellas se desarrollaron en su propia realidad sociocultural, en coordenadas de tiempo y espacio que no necesariamente coinciden con las nuestras, aquí y ahora... Además, nuestra comprensión de esa realidades pasadas difícilmente será completa.
Este ha sido otro aspecto de la familia Quirós Polanco (o Quirós Castro) que ninguno ha abordado en los trabajos publicados hasta ahora. Todos simplemente asumen que eran “españoles” u omiten analizar este aspecto, relevante en tiempos coloniales, insisto, aunque a nuestros ojos pueda parecer odioso.
Se mantiene incógnita
Si nos basamos en los documentos que dejó doña Paula de Quirós, en ninguno consta que su hijo José Manuel Arrieta sea el mismo José Manuel Quirós, ni siquiera cita que su hijo sea casado ni que tenga prole (para 1762, estaba por casar la hija mayor de los Quirós Polanco). Además, ella asegura en su testamento que José Manuel Arrieta fue su hijo legítimo de segundo matrimonio. Si ella enviudó en 1734, como consta en la mortual de su primer marido, su segundo matrimonio debió realizarse después de julio de 1734 y su hijo habría nacido en marzo de 1735 (si se casó y lo concibió inmediatamente después de concluida la mortual de González de Villegas).
Estas fechas no concordarían con el ciclo vital de José Manuel Quirós, quien debió nacer entre 1728 y 1731 (si contrajo matrimonio entre 1746 y 1749 de unos 18 años). Esto entraría en contradicción con el testamento que otorgó doña Paula...
Podríamos intentar hacer coincidir el ciclo vital de José Manuel Quirós con la afirmación de doña Paula (quien dijo que tuvo a José Manuel Arrieta en el segundo matrimonio, realizado después de julio de 1734), pero tendríamos que suponer que María Antonia, hija mayor de José Manuel Quirós, casó en 1764 a los 14 años (ella habría nacido en 1750) y que, a su vez, José Manuel casó en 1750 de 15 años (si nació en 1735, al año siguiente después de haber enviudado doña Paula). Aunque no es imposible, esta opción genera dudas muy razonables42. También podríamos suponer que tuvo a José Manuel antes de casar con Lorenzo de Villegas y que doña Paula mintió en su testamento... Situación dentro de lo posible, pero nuevamente en el campo de las especulaciones y suposiciones...
Además, por qué José Manuel Quirós –si era el mismo José Manuel Arrieta– no mantuvo ninguna relación con sus parientes cercanos, ni siquiera con su medio hermana Juana de la Cruz Villegas Quirós (también con amplia descendencia). Sus primos Castro Quirós, Quirós Hernández y Morales Quirós no lo llevan de padrino de sus hijos, pero tampoco José Manuel Quirós los lleva a ellos de padrinos de los suyos. Igualmente nunca fue padrino de los Solano Villegas, sus presuntos sobrinos, ni su presunta medio hermana tiene relación cercana con los Quirós Polanco.
Y lo más serio aún, por qué si doña Paula Quirós, que estaba viva cuando nacieron todos sus presuntos nietos Quirós Castro (o Quirós Polanco), tampoco tenía una relación cercana con ellos (recordemos que se pudo comprobar que estaba viva aún en 1781), ni siquiera cita que José Manuel Arrieta, su hijo, sea casado ni que tenga hijos.
Claro que en las familias ocurren pleitos y distanciamientos, pero tendríamos que suponer (de nuevo) que José Manuel Quirós, por alguna razón que hoy desconocemos, no mantenía relaciones de cercanía con su presunta madre, su presunta medio hermana ni con ninguno de sus presuntos primos hermanos por Quirós. Mediante cuál documento se prueba que hubo un pleito familiar de tal magnitud en que toda una familia desconoce a uno de sus miembros...
Finalmente, tenemos el asunto de las tierras de doña Paula que supuestamente pasaron a su presunto hijo José Manuel Quirós (“prueba” usada por Quirós Aguilar y sus seguidores para “establecer” la filiación cuestionada).
Sin embargo, ninguno de los que aseguran esto ha logrado probar que las tierras citadas por ella en su testamento (1762) hayan pasado a los Quirós Castro (o Quirós Polanco) y, como se vio, más bien ella vendió la caballería de La Uruca43 a José Miguel Chavarría, mientras que la propiedad de los Quirós Polanco en ese paraje la compraron a Juan Morales Quirós y, por tanto, no era herencia de su presunta abuela...
Por último, apoyados en la documentación revisada sobre este caso, la filiación tradicionalmente dada entre José Manuel Quirós y doña Paula de Quirós no resiste el análisis crítico. Y mientras no se encuentren pruebas o indicios reales (no suposiciones ni especulaciones como los que postulan todos los trabajos publicados hasta ahora), no parece que José Manuel Arrieta –hijo de doña Paula– y José Manuel Quirós –esposo de Josefa Nicolasa Polanco– sean una misma persona.
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Notas
1) Fuentes Baudrit, Hernán. “La importancia de la investigación en las ciencias genealógicas”. Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas Nº23, San José, 1976, págs. 278-279. Mucho habrían avanzado las investigaciones genealógicas en la Academia de haber seguido el ejemplo de este importante artículo que pasó al olvido entre los miembros de esta institución.
2) ANCR. Mortual Colonial de Heredia Nº1821. Mortual de María Manuela Polo (esposa de Estanislao Porras). Iniciada por el Sarg. Mr. Dn. Ventura Sáenz de Bonilla, el 22 de octubre de 1759. Los bienes estaban en el valle de Barva y los bienes fueron valorados en 353 pesos 4 reales, de los cuales correspondieron al viudo 173 pesos y 6 reales y a los 9 hijos 136 pesos y 6 reales (15 pesos, un real y un maravedí a cada uno).
Hijos del Sarg. Estanislao Porras y María Polo:
•José Felipe Porras
•Pedro Nolasco Porras
•María Josefa Porras
•María Rita Porras
•Manuela Josefa Porras
•María Dolores Porras
•José Miguel Porras
•Manuela Josefa Porras
•José Manuel Porras
3) Manuela Josefa contrajo matrimonio en Heredia, el 4 de agosto de 1779, con Manuel José Durán.
4) Soltera, otorgó testamento en Heredia, el 2 de agosto de 1799.
5) José Manuel contrajo matrimonio en Heredia, el 26 de enero de 1779, con Cecilia Madrigal, hija legítima de Diego Madrigal y María de las Nieves Cruz.
6) ANCR. Protocolos de Cartago, N°857, f. 89 vuelto.
8) ANCR. Protocolos de Heredia, N°592, f. 33 vuelto.
8) Incluso, doña Paula en su testamento afirma que cuando contrajo matrimonio con Antonio Arrieta, este no aportó ningún bien al matrimonio.
9) ABAT. LMSJ Nº1, f. 7, a. 04. Padrinos: Dionisio Berrocal y Juliana Cayetana Ocampo. Testigo: Esteban Meléndez. Cura: Eusebio Meléndez.
10) ABAT. Fondos Antiguos, Caja Nº14, fs. 73-78. Expediente matrimonial de Lorenzo Manuel González de Villegas y Paula de Quirós.
11) Firmó: Manl Joseph Gonzles Coronel, rubricado.
12) Firmó: Jose de Mier Cevallos, rubricado.
13) Firmó: Mateo aillon, rubricado. ¿Será este el fundador de la familia Ayón de Nicaragua? Quizás.
14) Firmó: Franco Antonio Grandellana, rubricado.
15) Firmó: Marselo de morales y monteberde, rubricado.
16) ABAT. Fondos Antiguos, Caja Nº14, fs. 74. Expediente matrimonial de Lorenzo Manuel González de Villegas y Paula de Quirós.
17) ABAT. Fondos Antiguos, Caja Nº14, fs. 75. Expediente matrimonial de Lorenzo Manuel González de Villegas y Paula de Quirós.
18) ABAT. Fondos Antiguos, Caja Nº14, fs. 75v. Expediente matrimonial de Lorenzo Manuel González de Villegas y Paula de Quirós.
19) Firmó: Jospeh de Chavez, rubricado.
20) Firmó: Joseph Isidro de Casto [sic], rubricado.
21) Firmó: Joseph de Chabes, rubricado.
22) Firmó: Dn Joseph ferndo de Moya, rubricado.
23) ANCR. Mortual Colonial de Heredia Nº2035. Mortual de Lorenzo de Villegas.
24) ABAT. LBSJ Nº1, f. 56, a. 4.
25) ANCR. Protocolos Coloniales de San José Nº421, fs. 10-13.
26) ANCR. Complementario Colonial Nº3608, f. 4. Dato facilitado por la historiadora María de los Ángeles Acuña León.
27) ABAT. LDSJ Nº2, f. 18, a. 0234.
28) ABAT. LDJS Nº2, f. 155, a. 1836.
29) ¿Sería que Juan hizo algún cambio con Ramona?
30) ABAT. LDSJ Nº3, f. 187, s.a. El cura de San José era don Félix Velarde.
31) ANCR. Protocolos Coloniales de Cartago Nº437, f. 33v.
32) Hay varios indicios que nos llevan a suponer que es hija de José Manuel y Josefa Nicolasa: es citada como Juana Petronila Quirós y como Juana Petronila Polanco, hay coincidencia en el lugar de residencia de otros descendientes de la familia Quirós Polanco (o Quirós Castro), coincidencia en el ciclo de vida, coincidencia en la categoría sociorracial y padrinazgos. En este último punto podemos destacar que Juan Manuel Quirós Polanco, quien habría sido hermano de Juana Petronila Quirós, y su esposa, Josefa Teresa Castro, fueron padrinos –entre otros– de Calixto Jiménez Solís, Juana Jiménez Soto y José María de Jesús Jiménez Alpízar, sus sobrinos nietos, hijos, respectivamente, de Ubaldo Jiménez Quirós, Ignacio Jiménez Quirós y Mauricio Jiménez Quirós (los tres hijos de Juana Petronila Quirós, o Polanco, y Manuel Antonio Jiménez).
Juana Jiménez Soto, mestiza, bautizada en San José, el 7 de mayo de 1804, hija legítima de Ignacio Jiménez y Manuela Soto (ABAT. LBSJ Nº7, f. 521, a. 171), Calixto Jiménez Solís, mestizo, bautizado en San José, el 14 de octubre de 1805, hijo legítimo de Ubaldo y Dominga Solís (ABAT. LBSJ Nº7, f. 585, a. 325) y José María de Jesús Jiménez Alpízar, mestizo, bautizado en San José, 23 de junio de 1805 (ABAT. LBSJ Nº7, f. 572, a. 244).
33) ABAT. LMSJ Nº1, f. 41, a. 35. No consignaron categoría sociorracial. Rafael de Aguilar, hijo natural de María Magdalena de Aguilar; con María Lorenza Chacón, hija legítima de Antonio Chacón y Juana María de Salazar. Padrinos: José Manuel Quirós y Nicolasa de Castro. Testigos: Ten. José Nicolás Zamora y Juan José Murillo. Cura: Br. Dn. Juan de Pomar y Burgos. Él también fue conocido como Rafael Estrada y ella como María Lorenza Polanco; es muy posible que ella fuese pariente de Nicolasa Polanco (o Castro).
34) ABAT. LMSJ Nº1, f. 68, a. 22. No consignaron categoría sociorracial. Juan Córdoba, “hijo de padres no conocidos”; con Laureana Barahona, hija legítima de Cayetano Barahona y Juana María Salazar. Padrinos: José Quirós y Nicolasa Polanco. Testigos: Francisco Sáenz y José de Chaves. Cura: Dn. José Nicolás Salmón Pacheco.
35) ABAT. LMH Nº3, f. 23 vuelto. José Manuel Morales, hijo legítimo de Francisco Morales y Brígida Saborido; con Victoria Valerio, hija legítima de Ignacio Valerio y María Chacón. Cura: José Nicolás Salmón Pacheco.
36) Juan Cirineo Fonseca Valerio, hijo de Antonio Fonseca Vásquez y Josefa Valerio, conrajo matrimoniio en Heredia, 18 de noviembre de 1754, con Juan Picado Valerio, hija legítima de Mateo Picado y Josefa Valerio. Juana casó segunda vez en la misma villa, el 13 de mayo de 1773, con Gaspar Valerio. Josefa Valerio, también conocida como Josefa Chacón, fue hija Ignacio Chacón, afromestizo, y Lorenza Morera.
37) ABAT. LBH Nº4, f. 12, a. 045. María de los Ángeles, hija legítima de Juan Fonseca y Juana Picado. Padrinos: Joseph Manuel Quirós y Josefa Nicolasa Castro. Cura: José Nicolás Salmón Pacheco.
38) ABAT. LMSJ Nº2, f. 065, a. 120. Consignados como mulatos (sic). Juan Antonio Tenorio, hijo de padres no conocidos; con María del Rosario Méndez, hija legítima de Feliciano Méndez y Antonia Quirós. Testigos: Juan Tenorio y José Antonio García. Cura: José Onofre Ramírez.
39) ABAT. LBSJ Nº8, f. 128, a. 170. Consignado como José de la Ascensión, hijo legítimo de Calixto Quirós (escribieron mulato sobre el nombre) y Ramona Jiménez (escribieron española sobre el apellido). Padrinos: Dn. Mariano Coronado y Da. Florentina Jiménez. Cura: Dn. José Francisco Mondragón.
40) ABAT. LBSJ Nº10, f. 150, a. 247. Consignado como mulato. Abuelos paternos: José Ulate y Juana Gabina (sic); maternos: Víctor Quirós y Antonia Bonilla. Madrina: Josefa Villarreal. Pbro.: José Antonio Castro.
41) ABAT. LBSJ Nº10, f. 246, a. 177. Josefa Saturnina, mulata (escrito sobre otra palabra, parece que originalmente decía española), hija legítima de Julián Quirós y Da. María de los Angeles Rojas; abuelos paternos: Juan Manuel Quirós y Da. Teresa Castro; maternos: Ventura Rojas y Da. Ildefonsa Zumbado. Padrino: teniente de cura Dn. José Antonio Castro. Cura: Juan de los Santos Madriz.
42) De tantas investigaciones realizadas en familias de Costa Rica, solo una vez he hallado un matrimonio en que el hombre tenía menos de 15 años (al menos eso parece). Véase entre los mismos antepasados de don José Joaquín Trejos Fernández, el caso de don Miguel Fernández Tenorio (número 36), quien pudo haber casado de menos de 15 años, con doña Bárbara Valverde Chacón (número 37), si suponemos que fue bautizado el mismo año que nació (que era lo habitual).
43) El paraje de La Caja luego pasó a llamarse La Uruca, según se deduce de una cita del 2 de setiembre de 1769, cuando se dice que doña Paula tenía casa en el paraje nombrado La Uruca, distante como media legua de San José.
Anexo Nº1
ANCR, Protocolos Coloniales de San José Nº451, fs. 29-30v.
Folio 29
“En la Villa Nueva [hoy San José], a los veinte y nueve
días del mes de julio de mil setecientos no-
venta y cuatro años. Ante mí, don José Francisco
Bonilla, lugarteniente de gobernador, juez político de esta
dicha villa y sus términos, y testigos infra-
escritos por distancia del escribano, pare-
cieron presentes José Tomás y Juan Manuel
Quirós, hermanos y vecinos de esta nominada vil-
la, y dijeron: que ambos compraron un pe-
dazo de tierra a Juan Morales, de esta villa, en el paraje nombrado La
Uruca, términos de esta expresada villa en
cantidad de cuarenta pesos, el cual dicho peda-
zo de tierra lo cercaron y hicieron un potre-
ro, poniendo cada uno de su parte su perso-
nal trabajo y dineros que han gastado en él,
cuya cantidad asciende a la de doscientos diez
y seis pesos, habiendo puesto cada uno de ellos
por su parte ciento y ocho pesos de dinero
y que con motivo de que ambos otorgantes
tienen herederos, para evitar entre estos
Folio 29 vuelto
las discordias que se pueden suscitar
en el discurso del tiempo, de su libre y espon-
tánea voluntad, cerciorado del que les com-
pete, otorgan: que hacen compañía de
gozar del dicho potrero y sus comodidades
en mancomún, sin poder enajenar los otor-
gantes, sus herederos y sucesores la parte
que le corresponda a persona extraña y que
si alguno quisiere
enajenar o vender la parte que le toque
debe ser el comprador, a quien le venda
el compañero dueño del nominado potrero,
pagándose el uno al otro la cantidad ex-
presada de ciento ocho pesos, con más las me-
joras útiles precisas y voluntarias que al
tiempo de la venta tenga el consabido potre-
ro, para lo que se obligan los otorgantes
a contribuir, para reparar el susodicho
potrero con las cantidades que sean precisas
por iguales partes y con el trabajo perso-
nal de cada uno. Y que si al tiempo que se
ofrezcan reparar dicho potrero algunos
algunos [sic] de los otorgantes se halla enfer-
mo, o con alguna incomodidad por don-
de no pueda ir a trabajar personalmente
Folio 30
deberá pagar un mozo (a más de los
que por iguales partes deberán pagar para
dicho trabajo) que trabaje por él. Que si al-
guno de los contrayentes estuviere ausente
y fuese preciso el reparo, el que estuviese pre-
sente ponga de su parte todos los materia-
les y mozos que fueren precisos, llevando cuen-
ta y razón de lo gastado para luego que de-
berán satisfacerse el uno al otro la canti-
dad que les corresponde sufragar. Decla-
rando al mismo tiempo que Basilio Víctor,
hermano de los otorgantes, tiene incluido en el
nominado potrero, bajo de una cerca, un pe-
dazo de tierra que compró en sesenta pesos,
cuyo pedazo de tierra será la cuarta parte
del potrero y que este también ha contribuido
con su personal trabajo en todas las ocasio-
nes que se ha ofrecido trabajar, y que desde
luego deberán contar con él los otorgantes
para todos los reparos que se ofrezcan, poni-
endo por su parte la cantidad que le quepa
al tanto de lo que en dicho potrero tiene, y a
la firmeza de esta escritura y cumplimien-
to de su contexto obligan sus personas y bienes
Folio 30 vuelto
presentes y futuros y se obligan a no decir
en contrario a su tenor ni en tiempo alguno
y que si lo dijeren, quieren no ser oídos en jui-
cio, ni fuera de ellos dan poder a los jueces
y justicias de Su Majestad de todas y cualesquiera
parte que serán en especial a las de esta dicha
villa, a cuyo fuero y real jurisdicción se some-
ten para que a lo que dicho es les compelen
ejecutiva como si fuera por sentencia de-
finitiva pasada en autoridad de cosa juzga-
da, por ellos consentida y no apelada; re-
nunciaron todas las leyes, fueros y derechos
de su favor, y la que prohíbe la general re-
nunciación en forma. En cuyo testimonio
así lo dijeron, otorgaron y firmó conmi-
go el que supo y por el que no sabe lo hace a
su ruego uno de otros testigos, que lo son don
Manuel Rivas, don Francisco Pacheco y don As-
cención Mora, lo que certifico. Entre renglo-
nes, a Juan Morales de esta villa – si alguno quisie-
re. Vale.
Joseph Francisco Bonilla [rubricado]
Joseph Tohmas Quiros [rubricado]
A ruego de Juan Manuel Quiros
Manuel Rivas [rubricado]
Acencion de Mora [rubricado]
Francisco Pacheco [rubricado]
Podando el árbol
Mauricio Meléndez Obando
Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que el árbol genealógico de los costarricenses es frondoso, con profundas raíces milenarias en el país, y con otras que nos llevan al Viejo Continente, África y Asia, y el origen mismo de la humanidad; sin embargo, el árbol está enfermo, algunas de sus ramas han sido atacadas por el matapalo, ocultando las verdaderas ramas de nuestro árbol. Por eso, se hace necesario podar el árbol…
La columna Podando el árbol incluirá artículos que analizarán filiaciones propuestas –y muchas veces tan irresponsablemente que se pueden considerar invenciones–, cuyos fundamentos nunca han sido revelados por quienes los injertaron ni por quienes después son simples repetidores de los yerros.
También se corregirán errores –desde simples hasta crasos– que aparecen en publicaciones genealógicas –incluidos algunos del autor de esta columna–.
Todo trabajo humano puede presentar errores y omisiones, y los trabajos genealógicos no están exentos de estos, pero la irresponsabilidad es otra cosa…
Sin embargo, también ha habido una laxitud en cuanto a la consulta obligatoria de fuentes primarias –que algunas veces responde a la perspectiva con que se abordan los estudios genealógicos y otras a la época en que se realizaron tales investigaciones–, a lo que nos hemos referido ya en La genealogía en tiempos de globalización y en el artículo “Ascendencias presidenciales: Genealogía de don José Joaquín Trejos Fernández” (Orígenes 1, 2012: 49-270), entre otros.
No es posible que se den por hecho filiaciones y fechas sin la consulta de documentos, toda vez que la columna vertebral de una buena genealogía es la correcta filiación y la más precisa datación posible del ciclo de vida de las personas que investigamos.
Todo esto resulta inexplicable en pleno siglo XXI, cuando el acceso a las fuentes primarias no representa ningún problema (Archivo Nacional de Costa Rica, Archivo Bernardo Augusto Thiel y Registro Civil) y cuando, incluso, algunas se pueden consultar en Internet, como la base de datos del Tribunal Supremo de Elecciones, para los datos más recientes, y la base de datos Family Search, de los Mormones, con información de la Iglesia Católica.
Mediante el análisis documental y el método deductivo –cuando sea el caso–, esperamos erradicar errores, simples invenciones o mitos fundacionales ampliamente extendidos en la genealogía costarricense, algunos de ellos en plena vigencia por la ausencia de la sana crítica de las fuentes secundarias que se consultan o porque quien las consulta ignora que los artículos en que se basa fueron elaborados por aficionados (llamándolos de alguna forma eufemística).
En su defecto, se dejará constancia de los fundamentos de nuestra duda y, eventualmente, plantearemos hipótesis según las fuentes documentales revisadas.
Para los aficionados a la genealogía podría uno excusar –aunque sea parcialmente– esa falta de rigurosidad, pero no así en quienes se consideran genealogistas y así se presentan.
Lamentablemente, también algunos genealogistas abrieron espacio a personas que confunden monografía con mamografía, personas con muy poca habilidad investigativa en genealogía –sobre todo– y escasa formación académica –aunque también he conocido algunas personas con poca formación académica formal que son excelentes investigadores y escritores sobresalientes–.
Otras veces, los aficionados a los que me refiero ocultan la falta de rigurosidad con categorías como “avance de investigación”. Cualquier avance de investigación académico debe seguir los lineamientos de las pesquisas científicas, la diferencia radica en que se trata de un trabajo inconcluso –por eso el término “avance”– pero no por eso carente de rigurosidad, de la consulta de las fuentes primarias ni de la veracidad de la información que se va a divulgar como cierta. Otra cosa muy distinta son los borradores y los apuntes... Llamemos las cosas por su nombre.
El mayor problema radica en que irresponsablemente se siguen repitiendo errores del pasado y añadiendo nuevas filiaciones equivocadas en el frondoso árbol genealógico de los ticos.
Mi actitud crítica ante los trabajos mediocres y el decirlo públicamente me ha acarreado epítetos de los más variados (ayatolá o creador de la genealogía probabilística, son dos ejemplos), lo que me tiene sin cuidado porque mi interés es el apego a la fuente, el sustento en la fuente, y, sobre todo, la referencia que permita a cualquiera comprobarla; o, en su defecto, que se mencionen los indicios que permiten deducir una filiación. Por supuesto, tampoco se trata de menospreciar la tradición oral familiar, pero al menos debe dejarse claro cuándo se trata de una versión recogida en entrevistas y quién fue la persona que citó la filiación anotada, no importa si fue la abuela Pepita.
En el caso costarricense, hay dos precedentes excepcionales importantes de genealogistas que llamaron la atención en ese sentido: Norberto Castro Tosi (1921-1971) y Hernán Fuentes Baudrit (1930).
En el primer caso, en su máxima obra, Armorial general de Costa Rica (versión digital, 2001), Castro Tosi analiza diversas filiaciones que han dado algunos autores para familias costarricenses, en las que él sustenta sus conclusiones en la documentación revisada. Como hemos citado en otras ocasiones, este importante trabajo de Castro Tosi presenta serias alteraciones –introducidas por manos criminales– que se apartan de la rigurosidad que lo caracterizaron. Es fácil darse cuenta de estas alteraciones, porque se trata de todos aquellos datos para los que no hay respaldo documental ni análisis crítico del autor. Y aunque no compartimos el sesgo hispanocentrista e hidalguista de Castro Tosi, sus trabajos son rigurosos, críticos y apegados a la consulta de fuentes documentales. No obstante, recalco, toda filiación no documentada del Armorial no es trabajo de Castro Tosi, sino de burdas alteraciones.
En el segundo, Fuentes Baudrit realizó en 1976 un excelente trabajo crítico de filiaciones que se publicaron –la mayoría– en diversas revistas de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, en la que hacía un análisis crítico de esas filiaciones, tras lo cual comprueba el vínculo exacto o propone uno nuevo basado en la documentación por él revisada. (“La importancia de la investigación en las Ciencias Genealógicas”, Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas 23: 275-305).
Por tanto, es prioritaria la tarea de revisión crítica de muchas genealogías publicadas en Costa Rica a partir de 1930 que carecieron de un trabajo de consulta de fuentes documentales primarias o de edición genealógica seria, pues muchas de ellas presentan muy graves errores y grandes lagunas.
Es un trabajo que debemos asumir colectivamente todos los interesados en la genealogía como disciplina científica y aun como pasatiempo. Un buen ejemplo por seguir es el trabajo de Ramiro Ordóñez Jonama, en Biblioteca genealógica guatemalteca (Tipografía Nacional de Guatemala, Nueva Guatemala de la Asunción: 1991).
No podemos seguir repitiendo los errores (e inventos inescrupulosos en ciertos casos) de algunos mal llamados genealogistas, a quienes, si acaso, podríamos llamar promotores genealógicos, o genealogistas aficionados, aunque algunos han sido galardonados en el exterior y homenajeados en Costa Rica...
De esta manera, Podando el árbol pretende convertirse en un esfuerzo en ese sentido y cualquier sugerencia será bienvenida.
Columnas:
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