Las genealogías del Álbum de Figueroa
Mauricio Meléndez Obando
El siguiente extracto fue tomado del artículo “La importancia genealógica del Álbum de Figueroa”, de Mauricio Meléndez, que es parte del libro El Álbum de Figueroa, un viaje por las páginas del tiempo (EUNED, 2011).
José María Figueroa Oreamuno (1820-1900).
(Foto: Archivo Nacional de Costa Rica).
José María Figueroa Oreamuno nació en la ciudad de Alajuela, el 17 de diciembre de 1820; fue hijo de don Antonio Figueroa Álvarez, español natural de las Islas Canarias, y doña Ramona Oreamuno Jiménez, oriunda de Cartago y miembro de una de las familias más conspicuas y poderosas en tiempos coloniales y aun posteriores. Figueroa Oreamuno falleció en la ciudad de San José, el 18 de agosto de 1900.
Figueroa fue un hombre polifacético: viajero incansable, crítico irreverente y anticlerical, se interesó en temas tan diversos como la historia, la geografía, la cartografía, la arqueología, la antropología, la política y la genealogía, todo lo cual se refleja en su obra cumbre, que la tradición bautizó como Álbum de Figueroa.
En esta obra, de 380 páginas, poco más de la quinta parte (22%) está dedicada a la genealogía –de la página 291 a la 376–, lo que evidencia el peso de esta disciplina en sus intereses.
Se extraña una introducción del autor, donde hubiera explicado el método que siguió y del sistema de presentación de su obra, aunque se sabe con certeza cómo elaboró su trabajo.
Pese a ser la obra genealógica más antigua del país, pocos se han referido a ella de manera directa (Sanabria Martínez, 1957, y Valverde Runnebaum, 1977), algunos la han utilizado abiertamente como fuente secundaria de investigación (Norberto Castro en su Armorial General de Costa Rica) y otros la han tomado como fuente sin citarla.
Podríamos especular sobre las razones para tal silencio y subestimación de un trabajo tan importante y sin comparación en todo el siglo XIX para el caso centroamericano. Una de esas razones puede deberse al sistema de presentación de las genealogías, mediante árboles que se cruzan y entrecruzan, creando intrincadas ramas que, para el ojo poco acostumbrado, pueden resultar una maraña de nombres sin orden y concierto.
No obstante, Figueroa siguió un método clásico para presentar el árbol genealógico: casi siempre, en la parte inferior está el tronco originario de la familia que estudia (normalmente conformado por una pareja, aunque a veces incluye tres parejas; es decir, el tronco común y los progenitores de este) y hacia arriba –casi siempre– sus descendientes. Es decir, se lee de abajo hacia arriba siguiendo literalmente las distintas subramas que surgen de ese tronco original (hijos, nietos, bisniestos...).
Ciertamente, como incluye varias familias en un mismo árbol (a veces vinculadas y otras no), seguir las diferentes líneas puede tornarse algo difícil, pero nada que la perseverancia no pueda resolver.
En las genealogías de Figueroa se puede encontrar información diversa de las personas y las familias: nombres, apellidos, apodos, fechas, anécdotas, nacionalidades, acciones heroicas, defunciones, lugares de residencia, profesiones u oficios, puestos o cargos relevantes y hasta defectos.
Por ejemplo, en cuanto a sitios de residencia, los más citados son Cartago, Ujarrás, San José, Heredia y Alajuela. Algunas veces remite incluso a barrios específicos. A veces destaca cuando son de las más antiguas de un lugar.
Aunque indudablemente Figuera debió conocer la diversidad de orígenes sociorraciales de los costarricenses, en ninguna de sus genealogías hace alusión a ello. Quizá el espíritu de la Independencia, que marcó un corte abrupto con el sistema de castas que imperó en la Colonia, marcó profundamente el pensamiento de este autor y sus contemporáneos.
Se debe advertir (como ya lo había hecho Sanabria Martínez, 1957) que manos inescrupulosas alteraron diversos árboles genealógicos, con agregados a tinta o lápiz; algunos totalmente falsos pues la filiación que se da es incorrecta (como el caso de los Madriz Peñaranda) y otros ciertos, pero en ambos casos se afea la obra de Figueroa.
Hay que aclarar que no se encuentran las genealogías de todas las familias costarricenses, pero Figueroa investigó muchas familias de Cartago, San José, Heredia, Alajuela, Ujarrás y hasta algunas que salieron del país (sobre todo establecidas en Nicaragua).
Metodología empleada por el autor
La principal fuente primaria que utilizó Figueroa para la elaboración de las genealogías fue la entrevista, aunque se deduce también que en algunos casos debió haber consultado los documentos que custodia el Archivo Nacional de Costa Rica (fundado en 1881), pues algunas genealogías se remontan a familias tan antiguas como la Calvo (siglo XVII) y otras a conquistadores como Jorge de Alvarado y Juan Vázquez de Coronado (siglo XVI).
Como recurso metodológico, la entrevista permite recoger la memoria familiar o social de las relaciones de parentesco en un momento dado, según la información que el entrevistado maneja como “verdad” y que el entrevistador acepta –o supone– como tal.
Por tanto, en estas genealogías, se presenta un fenómeno frecuente en la historia familiar basada en la entrevista que se debe tener presente: cuanto más atrás en el tiempo estén los parentescos recogidos de la tradición oral, más posibilidades hay de errores, omisiones y tergiversaciones.
Los datos que recopila Figueroa se remontan a veces a periodos tan antiguos como principios del siglo XVIII (y hay excepciones que retroceden hasta la época de la conquista); sin embargo, la mayoría se ubica en la última cuarta parte del siglo XVIII. Posiblemente la consulta a personas ancianas y los apuntes que conservaban algunas familias le permitieron llegar a ese periodo.
Por tanto, consideramos que la fidelidad de la mayoría de los datos que corresponden al periodo de vida de Figueroa (1820-1900) y hasta unos 50 años antes de su nacimiento (1780) son los más fiables y, además, se podrán corroborar muchas de ellas en fuentes documentales hoy de fácil acceso para cualquier interesado; en cambio, los anteriores a 1780 son más susceptibles a presentar inexactitudes.
Así pues, muchos de los errores que se hallan en las genealogías de Figueroa no se le podrían atribuir propiamente a él, sino a las fuentes empleadas. Igual ocurre con las omisiones, pues algunas veces deja en blanco el espacio donde debía escribir algún nombre, quizá porque no consiguió quién le informara sobre la identidad de tal persona.
Se puede conseguir una versión parcial digital del Álbum de Figueroa en el Archivo Nacional de Costa Rica, en Zapote.
En las páginas del Álbum, podemos encontrar historias como la siguiente, que en este caso nos muestra a los frailes franciscanos enfrascados en un pleito por faldas. ¡Lástima que no se sabe quién fue Palillo! ¡Quizá así hoy sabríamos el origen de algunas familias costarricenses!
Un hecho bárbaro
En el Convento de San Francisco de Cartago, llegaba a excusas del guardian y de los frailes una mujer menta[da] Palillo; de esta se enamoraron dos frail[es] a la vez: fray Julián España y fray Jacinto Ma[es]t[re]; parece que la muchacha correspondía a los dos, y una noche se fue un fraile al cuarto de uno de ellos y coge al otro fraile infraganti con la Palillo; a consecuencia de esto se formó gran pleito entre los dos frailes enamora[do]s que hacía algún tiempo estaban disgusta[dos por] los celos; el pleito fue tan reñido que causó tal escándalo que se recordaron los frailes y fueron a separarlos; el bochinche fue tan fuerte [para] poderlos separar que unos tomaron parte en favor de uno de los contendientes y otros por el otro, y se formó una riña general a tal extremo que le fue preciso al guardián mandar a llamar a las autoridades con el lego fray Manuel Coto; vinieron estas con un guardia y separaron el bochinche, encerrándolos a todos; cada cual en su celda con cerrojo; entregándole las llaves al guardián, el que los tuv[o] nueve días en encierro y ayunando.